Pocas instituciones asturianas han sido tan mal entendidas y han recibido tan escasa comprensión, desde su misma apertura al público, el 30 de marzo de 2007, como Laboral Centro de Arte y Creación Industrial. Y sin embargo, sobrarían los dedos de una mano para contar las entidades culturales del Principado que son en lo suyo, como sucede con las instalaciones gijonesas, un referente internacional. Seis años después de su inauguración y con tan sólo un 25 por ciento (1,3 millones de euros) del presupuesto de partida, el considerado mascarón de proa de Ciudad de la Cultura ha tenido que reinventarse para mantener la fidelidad a su primera vocación: difundir y producir las nuevas formas de arte relacionadas con las últimas tecnologías de la información y la comunicación. Conviene insistir: no es un museo, y sí un laboratorio (de ahí el subrayado en las tres primeras letras de su anagrama) dotado con los medios y el espacio (unos 14.000 metros cuadrados) para experimentar y exponer las formas artísticas del siglo XXI.

Y lo que es también importante, según insiste su director de actividades, Benjamin Weil, «un lugar para el intercambio de conocimiento». De ahí que Laboral, que en los dos últimos años ha sumado ya más usuarios que visitantes a sus exposiciones, esté en la primera línea de la investigación sobre las implicaciones entre arte e industria. «El cambio de paradigma está aquí; los artistas no producen ya objetos acabados, sino algo en proceso, y nosotros procuramos dar el acceso e imaginar las interfaces para que el público disfrute y conozca mejor el nuevo arte», explica Weil, que comparte las riendas del Centro de Arte con Lucía García, gerente, en una bicefalia improvisada por el anterior consejero de Cultura del Principado, Emilio Marcos Vallaure, después de que la anterior directora, Rosina Gómez-Baeza, presentase su renuncia en septiembre de 2011, sabedora de que el entonces Gobierno del Principado, en manos de Foro, iba a destituirla. Era la persona por la que había apostado el socialista Vicente Álvarez Areces, impulsor de Ciudad de la Cultura.

Da la impresión de que Laboral Centro de Arte, con un presupuesto exiguo en comparación con otras instalaciones de su fuste, está menos expuesta al foco político y a la pugna partidista. Alejandro Calvo, viceconsejero de Cultura del Principado, es de los pocos que se bate abiertamente por una instalación que provoca recelos a derecha e izquierda: «Hay que dar otra dimensión al proyecto, pero, a pesar del momento de crisis, apostamos por el actual modelo de gestión y por la colaboración con empresas». La estructura depende de una Fundación con un patronato al frente, presidida por la consejera de Cultura, Ana González, y al que pertenecen EDP HC Energía, el Ayuntamiento de Gijón, la Autoridad Portuaria de Gijón, Cajastur y la Fundación Telefónica, además de varias empresas asociadas: Alcoa Inespal, Telefónica I+D y el Banco Sabadell-Herrero. La plantilla de la instalación es de quince personas.

La contundente perdida de financiación, pese a que el Centro de Arte ha superado en sus seis años de existencia el millón de visitantes (incluidos los de las exposiciones itinerantes) y usuarios, ha obligado a replantearse algunas cosas. No hay ya dinero, como al principio, para exposiciones tan espectaculares como «Pasajes. Viajes por el hiperespacio», la imprescindible colección de obras maestras del arte actual que Francesca Thyssen mostró en Gijón en el otoño de 2010. «Hemos cambiado de estrategia; no renunciamos a las exposiciones, pero ponemos más énfasis en la producción y la investigación propias, en el apoyo a artistas cuyos proyectos presentamos aquí», dice Weil.

Y se ha estrechado también la colaboración internacional (con el centro de Le Fresnoy, en Francia, o con el Borusian Contemporary de Estambul, en Turquía), o con otras instituciones nacionales y asturianas. Weil ha hablado en los últimos días, por ejemplo, con el nuevo director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio, para «trazar puentes que son fundamentales». «Hay que apoyarse sobre las otras herramientas culturales que hay aquí», resalta el director de Laboral. Éste rechaza que no se haya mirado, desde Cabueñes, hacia los artistas asturianos. «Al contrario, los hemos apoyado siempre, y algunos, según ellos mismos nos cuentan, han crecido con nosotros: Fernando Gutiérrez, Cristina Busto, David Martínez...». El próximo 27 de septiembre está prevista la inauguración de «Aprendiendo de las Cuencas», una mirada a un territorio del Principado desde perspectivas artísticas de ahora.

«Cuando se pone en marcha un proyecto no todas las expectativas son satisfechas; puedo entender que alguien sienta decepción con Laboral, pero creo que es una cuestión de saber explicar nuestro proyecto: esto es un espacio alternativo, complementario del Museo de Bellas Artes, con una propuesta artística arriesgada», indica Calvo, para quien es fundamental que «el trabajo de los creadores se hibride con el de las empresas».

«Tenemos la suerte de que desde el Parque Científico Tecnológico, aquí al lado, se entiende lo que hacemos, y de contar con el apoyo de DKV y de Telefónica I+D, que tiene un lugar para experimentar», afirma, por su parte, Weil. Un ejemplo son las investigaciones con «drones» y el apoyo al proyecto «El teléfono volador», cuyo objetivo es hacer accesible el espacio aéreo a cualquier ciudadano a través del móvil. «Tenemos un "fab lab" único y pionero en España, dotado de impresora en 3D, cortadora láser...», recuerda Weil. Existe un acuerdo con el Massachusetts Institute of Technology (MIT).

El recorrido por Laboral (julio y agosto son meses de puertas abiertas) sorprenderá a quien tenga la estereotipada imagen de un centro de arte como colección de pinturas y esculturas. El visitante encontrará artistas en residencia, platós para la experimentación audiovisual, laboratorios de grabación, edición, producción y posproducción y una mediateca sobre arte actual que incluye un archivo de artistas asturianos. Y las exposiciones, claro.