Laura Martínez Fernández-Peña tiene 11 años, sonrisa natural y artística; y la serenidad de los mayores. Así que cuenta su vida sin rodeos, la vida de una niña de 11 años que dedica unas cuatro o cinco horas de su tiempo a bailar, a ensayar en el Conservatorio Profesional de Danza de Gijón y en su academia de siempre, también en Gijón.

Laura Martínez, acompañada de su madre y de una amiga de la familia, repasa cómo fue el proceso del concurso de talentos de LA NUEVA ESPAÑA, que ella ganó con sus dotes para el baile, sea clásico o moderno. El secreto de su éxito, al margen de su don innato, tiene que ver con el sacrificio diario: "Llevo bailando desde los 2 años", dice. Ahora su trabajo central es el Conservatorio Profesional de Danza de Gijón bajo la atenta mirada y las clases correspondientes de su profesora Susana González.

Lo cuenta Laura Martínez con la tablet (el premio de LA NUEVA ESPAÑA por ganar el certamen) a su lado. Le gusta el mundo tecnológico. Dio un paseo por la redacción y disfrutó viendo cómo se dibuja a golpe de ordenador. "Del concurso se enteró mi padre", dice. Su padre, Juan Martínez, tiene una librería que, entre otras cosas, vende periódicos. Convenció rápido a Laura de que tenía que participar en el concurso. Así que "fuimos al Centro Asturiano de Gijón e hicimos un vídeo, en este caso de danza clásica", explica la niña, que matiza: "Fue una grabación hecha entre amigos".

Una grabación dedicada a la emigración, cuyo atrezzo fue una caracola. Su espectacular y elegante estilo hicieron el resto y rápidamente fue seleccionada para las fases finales, hasta la parte clave del evento, que "fue la actuación en directo, el 16 de agosto, en el stand de LA NUEVA ESPAÑA" de la Feria de Muestras de Gijón. Ahí bailó "clásico, claqué, moderno y español".

Antes de todo ello hicieron una buena campaña para recoger votos, como se deben hacer las campañas en estos tiempos: tirando de amigos, familia, compañeros y la librería de su padre. Y, cómo no, también de las redes sociales, que son un elemento esencial en la comunicación actual. "Cada vez fui teniendo más votos entre los trece finalistas, pero hubo competencia de algunos chicos, sobre todo de uno que cantaba", cuenta Laura.

La pequeña, que estudia en el Instituto Jovellanos de Gijón, va contando sus cosas y ya tiene fijado un objetivo futuro: "Me voy a dedicar a ser bailarina, y también quiero ser profesora de baile", dice con rapidez. Y, de cumplirse su sueño, experiencia y sentido del trabajo y del arte no le van a faltar: ensaya a diario en el Conservatorio la danza clásica, desde las cuatro de la tarde hasta las nueve.

Pero aprovecha todo lo que puede para aprender y procura no perderse ensayos de los profesionales que vienen a Asturias, sea en las jornadas de danza del Campoamor, en la Laboral o en el Niemeyer: "¡Bailé con la OSPA!", dice muy feliz, muy contenta.

Pero como si todas esas horas de trabajo en el Conservatorio gijonés fueran pocas, dedica el sábado a ir a su academia, donde, bajo la atenta mirada de su profesora, Nuria Argüelles, practica bailes modernos: "Canciones de Beyoncé, Rosette y otras estrellas del pop".

Laura Martínez ya es observada desde todo el país por el mundo de la danza, y todos coinciden en que tiene todas las cualidades para llegar a la cima. Pero, de momento, lo primero es concluir la fase del Conservatorio en Gijón.

Y, claro, seguir dándole duro en sus estudios de primero de la ESO en el Instituto Jovellanos. Ahí la pelea es con Naturales, Sociales, Plástica, Matemáticas, Inglés… en fin, el mundo académico que tanta guerra da a estas edades. Por el momento, Laura Martínez combina y aguanta feliz el duro trabajo de estar en el instituto desde las ocho de la mañana hasta las 14.15, y desde las cuatro hasta el final el día en el Conservatorio. Pues bien, aún tiene tiempo para decir "¡Gracias a todos!". Y lo hace con su luminosa y permanente sonrisa.