La realidad superó las expectativas y eso que el listón se había fijado muy alto. El maestro Riccardo Muti, al frente de un conjunto excepcional en todos sus negociados, ofreció ayer en el teatro Campoamor una versión inolvidable de la ópera "Falstaff", de Verdi. El público ya lanzó bravos cuando Muti subió al podio y al final ovacionó a todos durante siete minutos y 42 segundos. El alcalde Wenceslao López siguió la función desde el palco municipal.

El coliseo carbayón vivió uno de los mejores momentos de sus larguísimos 123 años de vida que, sin duda, volverá a repetirse hoy, con la segunda función. Sí, es el acontecimiento musical más destacado del verano español.

La producción del Festival de Ravenna, avanzada, sencilla y adecuada, gustó mucho al respetable. Una apoteosis de tecnología. La directora de escena y escenógrafa Cristina Mazzavillani, esposa de Muti, ofreció una lectura pegada a la obra y al tiempo muy libre, de manera que pudo desarrollar los dos vectores esenciales de una representación: esclavitud a lo escrito y carta blanca para la creatividad. Las clásicas disputas entre director musical y director de escena, en este caso, en vez de restar sumaron y hasta multiplicaron.

Las voces, de primer nivel; la orquesta "Cherubini", de primerísima, y el coro, en su corta intervención, excelente. Muti, premio "Príncipe de Asturias" de las Artes 2011, demostró una vez más -en Oviedo es ya de casa- que es un director fuera de concurso y el mejor del mundo en el conocimiento y tratamiento de la obra de Verdi. Ayer todo giró en torno al maestro napolitano, auténtico astro rey.

Nada más alzarse la batuta de Muti el espíritu sonoro de Verdi compareció en el Campoamor y así durante dos horas largas, sin tregua, acompañado por sombras de Mozart, Beethoven, Donizetti, Bellini y, en fin, todos los grandes de la lírica. Y es que "Falstaff" es un compendio de citas, incluso de autocitas del genial compositor italiano. Y cuando el telón desveló la escena y apareció el barítono Kiril Manolov, con su 1,98 de estatura y 150 kilogramos de peso, señor de la taberna de la Jarretera, no hubo ninguna duda de que pintaba el personaje como nadie. Desde Orson Welles en la película "Campanadas a medianoche" nadie había dado el tipo con tal perfección. Al abrir la boca también quedó claro que es un gran cantante. Y al punto apareció Shakespeare, sobre quien Arrigo Boito construyó el libreto, con una catarata de frases como puñales afilados. Ya de entrada deja las cosas muy claras: "Che è dunque l'onore? Una parola".

Chanzas y bromas, matones y víctimas, una orquesta como un reloj y la humanidad del sir villano ocupándolo todo. Las proyecciones hicieron el resto. La tecnología al servicio de la lírica. Un cuento infantil que es drama al mismo tiempo, reflexión filosófica, análisis de caracteres, pintura de la vejez mal resignada -Verdi está en ese trance cuando escribe la ópera, pero queda claro que lo resolvió bien- y música y más música con ironía incluso en las corcheas.

Falstaff quiere seducir a todas al mismo tiempo. Complica el panorama: a río revuelto ganancia de conquistadores. El barítono Federico Longhi, en el papel de Ford, expresa con mucho acierto en "È sogno? o realtà" ya con el desarrollo de la obra bien avanzado, las maldades fantasiosas del protagonista en marcha y la respuesta movilizada de las comadres, que no le van a la zaga en astucias.

El enredo no es fácil de seguir y eso que Boito hizo equilibrios y casi milagros a partir de distintos textos de Shakespeare, pero la idea es evidente: la burla del burlador que conduce sin mayores traumas a un final amable.

La soprano Eleonora Buratto, auténtica superestrella, en el papel de Alice Ford, con Anna Malavasi, mezzo, como Meg Page y la soprano Damiana Mizzi, como Nannetta cantan "Le gaie comari di Windsor", muy bien, seguidas de una escena falsamente amorosa, con laúd incluido -tan mozartiana- que al pícaro le sirve para abordar su arieta "Quand'ero paggio del Duca di Norfolk" que da pie a la cumbre del enredo con el sir de pega escondido en un cesto de ropa sucia y todos buscándole para matarlo. Acaba en el Támesis, arrojado por sus supuestas protectoras que empiezan a saborear las mieles de la venganza: no se puede engañar sin grave peligro a las implacables comadres.

Falstaff se autocomplace con "Va, vecchio John". Ya no cabía ni la más mínima duda de la calidad vocal de Manolov, aún así confirmó al alza las valoraciones. Y siguió con "Ehi! Taverniere", otra vez bravucón. La mezzo Isabel de Paoli, con magníficos graves, encarnando a Quickly canta "Quando il rintocco della mezzanotte" y después la magnífica romanza de Fenton "Dal Labbro il canto estasiato vola". El tenor Matthias Stier la bordó.

La soprano Damiana Mizzi, como Nannetta, canta la romanza "Sul fil d'un soffio etesio" excelente y al instante todos se lanzan sobre Falstaff -pizzica, pizzica- acosándolo a pellizcos.

El saco de grasa comprende la burla y pide que cese el mal trato. Triunfa el amor puro de Nannetta y Fenton, después de un nuevo cambio de personajes y máscaras, y todos acaban cantando "Tutto nel mondo è burla" en una bella fuga final. Ovaciones y más ovaciones para el rey sol Muti y su gran equipo.