Desde que hace algo más de cuarenta años el paleoantropólogo Donald Johanson descubriera en Etiopía el esqueleto fósil de "Lucy", una "Australopithecus afarensis", de un metro de altura, que ya caminaba erguida hace 3,2 millones de años, la historia de la evolución humana no ha dejado de deparar sorpresas con forma de fósiles. Pero también es cierto que con cada nuevo hallazgo se abre una nueva vía que pone en entredicho mucho de lo ya afianzado.

Es lo que acaba de ocurrir con el descubrimiento de decenas de dientes fosilizados de "Homo sapiens" en una cueva de Daoxian, en China, que viene a demostrar que el hombre moderno llegó a Asia hace alrededor de 100.000 años. Hasta ahora la idea establecida era que nuestra especie había entrado en Europa -desde donde se extendió por el resto del mundo- hace 50.000 o 60.000 años, pero el hallazgo chino echa por tierra dicha teoría al demostrar que el "Homo sapiens" ya estaba en Asia en una época en la que se creía que no había salido de África.

A su vez, el hallazgo abre nuevas incógnitas. Será preciso indagar por qué los sapiens tardaron en entrar en Europa 40.000 años más que en Asia cuando fósiles hallados en Israel demuestran que ya estaban a las puertas hace 100.000 años. Algunos paleoantropólogos se preguntan si los neandertales tuvieron algo que ver en ese retraso, es decir, si la historia se escribe de otra manera y en lugar de atribuir su extinción a la llegada de los sapiens fueron éstos los que no consiguieron entrar en Europa hasta que los neandertales se encontraban ya en franca decadencia, debilitados por el aislamiento y las duras condiciones climáticas de la Edad de Hielo.

Todo un enigma que da la razón al paleoantropólogo Antonio Rosas cuando afirma que la evolución no ha sido un proceso lineal y simple, sino un complejo entramado del que han surgido múltiples géneros, especies y formas de relacionarse con la naturaleza.