Orson Welles es, claro, una de las referencias de Coppola. Así lo admitió ayer en respuesta a una de las preguntas que el público hizo al director desde el patio de butacas del Jovellanos. "Es un ejemplo extraordinario", dijo, antes de dar otros dos nombres: Stanley Kubrick y John Frankenheimer, que es "un héroe para mí". ¿Y cómo comenzó su afición al cine? "Me encantó 'Blancanieves y los siete enanitos', que vi cuando tenía 4 años", respondió, un título al que añadió "El ladrón de Bagdad". Le gustaba Korda por seguir los pasos de su hermano mayor, al que ayer tributó recuerdo y homenaje. Fue uno de sus faros. "Yo quería ser un dramaturgo como él; si empecé a dirigir fue por no tener su destreza para escribir", contó el autor de algunos grandes guiones. Y confesó que hizo "Tetro", su penúltimo filme, para entender esa relación fraternal.

Coppola defendió el "trabajo duro", la "constancia", pero criticó un sistema de enseñanza que es herencia, según señaló, de una concepción prusiana de la educación. "¿Qué es el éxito?", le preguntó otro espectador. "Pues que alguien al que has invitado a cenar se coma lo que has cocinado", respondió el amante de los buenos caldos y de la comida italiana, el patriarca de una de las grandes familias de la historia del cine.

El director se definió como un gran lector (habló del "Quijote" y de "Los novios", el clásico italiano de Manzoni; de Goethe, de Walter Scott y hasta de la épica de los reyes persas). Coppola quiso dedicarse al cine desde que era un niño con poliomielitis que jugaba con marionetas. Ayer le preguntaron, además, por alguno de sus fracasos en taquilla, como "Corazonada", y afirmó que "sobrevivirán las salas del cine". "En el futuro tendremos cine en todas sus formas y en todos los lugares", profetizó.