"Estoy a gusto, con muchos proyectos, todos tenemos salud... podría ir algo mejor económicamente y me conformo con poco. No me quejo porque siempre hay alguien que va recogiendo las cáscaras de los altramuces". Pablo Moro, cantautor, casado, dos hijas -Julia, 4 años; Ana, 15 meses-, cumplirá 37 años el 20-D.
-¿Votará?
-Sí. Siempre he tenido un pie en el suelo y otro en el cielo. Una parte de mí dice que la sociedad va a cambiar y vamos a exigir más y otra, que el mundo está montado de tal manera que estos escarceos de cambio son artimañas del sistema para que creamos que somos libres. Vivo con la esperanza de que sea verdad y la sospecha de que no, pero votaré por los que lucharon para que pudiéramos hacerlo.
Licenciado en Filología Hispánica, este compositor de mañanas silenciosas en casa acaba de sacar su quinto disco. Hace entre 20 y 30 actuaciones anuales, de Despeñaperros para arriba. La próxima es el miércoles, en Madrid, y la siguiente, el día 26, en el Club Niemeyer de Avilés. A las once de esta noche se le puede oír en su programa, "Esperando a que pare" (RPA), hoy interesado en las canciones de las películas de Woody Allen por su 80.º cumpleaños. Tiene desde hace cinco años una empresa, La Punta de la Lengua, dedicada a poner nombres a empresas y marcas, hacer guiones para vídeos corporativos, contenidos, páginas web y eslóganes.
-Mi vocación es contar cosas, no la música. Me gustaba escribir desde pequeño, me fijaba en los diálogos de las películas y me gustaba jugar con las palabras. La música vino porque empecé a tocar la guitarra a los 14 años.
-Pero acaba de sacar disco. ¿Qué tiene distinto?
-Quiero que sea más directo y sencillo. Desde el tercer disco, el de mi cambio más notable, reflejo un proceso vital parecido. Entonces tenía 31 años y me desaparece el arrebato de la juventud para hacer canciones más reflexivas, de explicar, no sólo mostrar.
-¿De qué habla "Una forma rara de ser tonto"?
-De la capacidad de los humanos para reponernos y perseverar. Somos el animal que tropieza cien veces en la misma piedra porque somos capaces de levantarnos cien veces. Como no acaban de salirte bien las cosas te dices "no seas tonto, porque no haces otras cosas". Lo acepto y digo: "Vale, soy tonto pero, por lo menos, lo soy de una forma rara". "Una forma rara de ser tonto" se lo oí decir al batería y me lo quedé. El título me suele dar el hilo conductor para hacer de unas pocas canciones un disco completo. La idea de persistencia sirve para el momento, para los que tienen una pequeña empresa o una idea que sacar adelante...
-¿Cómo pensaba que iba a ser la música a los 18 años?
-No pensaba ser los "Rolling Stones", pero creía que podía ser Sabina, una estrella del rock. Miente el que diga que cuando se le presenta una oportunidad de grabar un disco con proyección nacional no sueña.
-¿Y luego?
-Luego en tus sueños los aforos se hacen más pequeños. Del estadio pasas al palacio de deportes; del palacio de deportes, al teatro; del teatro, a la sala y de la sala, a un pequeño local al que vaya alguien a verte.
-¿Y cómo lo acepta y por qué sigue?
-Por dos razones, una, te has dado cuenta de que tu oficio es hacer canciones, grabar discos, ir a los sitios y tocar; dos, si no lo hiciese, no sería feliz. Cuando no veo expectativa y pienso por qué no me habré dedicado a otra cosa, mi mujer me dice "porque no serías tú".
-¿Siempre?
-Sólo cuando es sincera. Otras veces dice "ya, joder, por qué".
Pablo y Eva se conocen desde los 11 años, del veraneo en La Isla (Colunga). Empezaron a salir a los 17 años. Ella, una economista que trabaja en una empresa en Llanera.
-Es mi cable a tierra. A los veintipocos, cuando mis delirios de grandeza, ella estaba terminando la carrera y trabajando a la vez y yo era el titiritero.
-Canción favorita del disco.
-"Tu trocito de gloria". El estribillo dice "un hombre sólo es el valor de las promesa que cumplió. Ojalá que el océano tenga memoria". Fue lo primero que salió y con ello los acordes. Tuve que pelearla mucho. Sabía que esos versos decían algo, pero no sabía qué exactamente.
-¿Ya sabe qué significan?
-Habla de valorar lo que tenemos y de un tema que me obsesiona, el paso del tiempo.
-¿Y cómo lo lleva?
-Mal, pienso que tengo 20 años, pero las resacas me duran cuatro días.
-¿Cómo concilia los 20 años con su vida real?
-En las horas centrales del día estoy ocupado en trabajar y hacer mis cosas. En la hora reflexiva de la noche digo: "Joder, ya no soy el mismo". Pero sin dramas, tengo sentido del humor suficiente.
-¿Ser músico mantiene en la adolescencia?
-Quiero pensar que no. Siempre traté de huir de tópicos. Tengo 37 años, no puedo escribir que salgo y me emborracho, sino de lo que le pasa a una persona de 37 años, de clase media, si es que decir clase media no es engañarse. No llevo vida de artista. Me levanto, visto a las crías, les doy el desayuno, las llevo al colegio, voy a mis cosas, las recojo...
-Pero sale a actuar.
-Y cada vez me da más pereza. Me gusta la hora y media arriba, pero las diez horas de furgoneta hasta Barcelona y dormir en un hotel es un coñazo.
-¿Qué ventaja tiene no tener 20 años?
-Ninguna. Bueno, mis dos hijas. Yo sí quiero volver a los 20 años, a esa sensación de libertad, sin responsabilidades de verdad.
-¿Hay una recuperación?
-En la música, como en la sociedad, desaparece la clase media. Los "llenaestadios" se mantienen o mejoran porque la gente se reserva más y va menos a conciertos. La gente está volviendo a salir más. Los músicos hacemos cultura, pero nos dedicamos al mundo del ocio, el mismo negocio que los bares de copas.
"La canción borracha", última del disco, una marcha celta y celebradora, está pidiendo ser oída y salir en una película.
