De todos es sabido que, en los últimos tiempos, en nuestro entorno estamos experimentando un incremento alarmante de los trastornos relacionados con la comida en general y con la anorexia en particular. ¿Y dónde puede estar la explicación de tal fenómeno? Pues, quizás, en aspectos vinculados a la valoración social que premia las formas delgadas. Y es que los valores estéticos de estos tiempos que vivimos constatan la delgadez como el ideal supremo de las mujeres. La realidad es que nuestra sociedad fomenta el culto al cuerpo femenino, la cultura de la delgadez como manifestación de éxito social, lo que favorece que algunas mujeres jóvenes -en los últimos años está aumentando su incidencia entre los varones- se sometan a dietas muy restrictivas con el único y absoluto fin de gustar a los demás y de estar muy delgadas; pero, desafortunadamente, esto puede conducir a carencias metabólicas importantes, alterando, por tanto, de manera muy significativa su calidad de vida. Gran cantidad de adolescentes viven pendientes de su figura, del diámetro de sus muslos, caderas, pantorrillas y cintura o de la inadecuada distribución de su adiposidad.

Y todo ello conlleva riesgos importantes. Conviene tener muy presente que la anorexia nerviosa constituye un cuadro muy complejo. La negativa a comer acaba produciendo modificaciones en todas las áreas de su existencia. Y aquí se nos complican un poco las cosas, porque la anorexia nerviosa es una enfermedad grave. Las personas que la padecen presentan un rechazo persistente a comer, y como consecuencia de este trastorno alimentario presentan síntomas tales como piel arrugada y deshidratada, apatía, inercia intelectual, bradicardia, hiperactividad, vómitos prácticamente constantes después de comer a la fuerza, hipotensión y trastornos digestivos, sobre todo estreñimiento, y, en el caso de las mujeres, ausencia de la regla. Un verdadero cóctel, sí señor.

Qué duda cabe de que el sobrepeso y la obesidad no son buenos para la salud y su presencia suele ir asociada con un aumento de otras patologías; por eso, las personas que los presentan tienen que adelgazar, pero no porque una ropa les siente bien o mal o porque tengan que imitar a determinadas modelos, sino porque corren el riesgo de padecer algunas enfermedades. Por tanto, habría que eliminar todo aquello que identificara el estar delgado con ser una persona triunfadora y feliz y reivindicar la autenticidad y la armonía con el propio cuerpo y, por tanto, con la propia naturaleza.