El pintor Álvaro Delgado, madrileño de nacimiento y asturiano de adopción, falleció ayer en Madrid a los 93 años de edad, tras una larga e intensa vida vinculada al mundo del arte. Cientos de cuadros, exposiciones y reconocimientos engrosan una trayectoria artística que, al menos en el apartado expositivo, culminó el pasado mes de septiembre en Valladolid con una gran exposición en la que no faltaron los retratos ni los paisajes multicolor que lo caracterizaban. La muestra, que incluía pinturas recientes, pudo verse durante todo septiembre en la sala de exposiciones de la Diputación de Valladolid.

Porque Álvaro Delgado, a pesar de las limitaciones físicas que le obligaban a moverse por su estudio en silla de ruedas, continuó hasta casi el último momento entregado a los pinceles que formaron parte de su vida. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Academia del Arte, Ciencias y Literatura de Europa, su trayectoria profesional evolucionó desde un enfoque personal del cubismo hacia una pintura de raíz figurativa a la que unía una fuerte atracción por el Greco.

"Asturiano del mes" de LA NUEVA ESPAÑA en 2005 e hijo adoptivo de Navia y Luarca, el occidente asturiano, que descubrió en los años 50, fue una de sus pasiones y uno de los motivos de inspiración para muchos de sus lienzos. Su afecto por esta tierra, y en especial por Navia, donde pasó muchos veranos, quedó plasmado en casi todas sus exposiciones en las que los paisajes y los personajes asturianos tenían siempre gran protagonismo.

Muestra de ese vínculo afectivo es también la donación que realizó en 2008 al Museo de Bellas Artes de Asturias, nueve retratos de asturianos ilustres, entre los que figuran desde Ángel González hasta Santiago Carrillo, además de la modelo Laura Ponte, la escritora Ángeles Caso y Sabino Fernández Campo, entre otros.

Considerado por muchos un renovador del género del retrato, Delgado fue un pintor de fuerte expresionismo, dueño de una paleta multicolor que se convirtió en referente de su pintura y con la que consiguió plasmar como pocos las tonalidades y los claroscuros del occidente asturiano. Como retratista conseguía con grandes trazos captar a la perfección el físico y la psicología de sus personajes. Literatos e intelectuales como Rafael Alberti, José Luis Aranguren, Gonzalo Torrente Ballester y Leopoldo María Panero o políticos como Ramón Espinar y José Prat han sido otras de las personalidades que han posado para él.

Aunque su formación plástica comenzó en la adolescencia, de la mano de Daniel Vázquez Díaz, no es hasta 1945 cuando realiza su primera exposición, tras la que consolida una carrera que alcanzará su culmen en 1950 con la muestra en el Museo Nacional de Arte Moderno. En la década de los sesenta es ya un pintor de éxito que ha obtenido numerosos premios y que se reafirma en una postura figurativa, plenamente expresionista y de raíz hispánica.

Casado con Mercedes Gal, hermana de la pintora Menchu Gal, Delgado es padre de Álvaro Delgado Gal, un físico y filósofo muy atraído por el mundo del arte que dirige la publicación "Revista de Libros". Son algunos de los muchos detalles de su vida que el artista relata en las memorias publicadas por LA NUEVA ESPAÑA en marzo de 2015. Cuenta allí su primer contacto con Asturias y la impresión que le causó el paisaje del Occidente, el mismo al que atribuiría poco después, en una entrevista, el color negro. Esa respuesta fue el detonante para que lo fueran a visitar el crítico Villa Pastur y el pintor Nicanor Piñole. Fue este último quien respaldó su afirmación añadiendo que el color de Asturias era "aún más negro que el betún".

Esa forma personal de ver y entender el paisaje asturiano le confiere una singularidad a su trabajo sin precedentes. Así lo ve Javier Barón, historiador del arte y conservador jefe de la pintura del siglo XIX del Museo del Prado, para quien "las interpretaciones que ha hecho del paisaje asturiano carecen por completo de antecedentes y no es fácil tampoco que nadie vaya a pintar en adelante de ese modo".

Asturias tuvo ocasión de ver a lo largo de los años en distintas galerías sus trabajos, siempre de gran atractivo para el gran público. En 2005, la sala del Banco Herrero dejó muestra de su visión de esta tierra y de su colorida paleta con la exposición "Asturias, verdes y negros", en la que junto a paisajes y bodegones aparecían algunos de los retratos donados más tarde al Bellas Artes.

Los verdes y negros de Delgado no están solos, junto a ellos destacan rojos y azules, una combinación que tenía para él mucho que ver con el paso del tiempo, con "la búsqueda de un escenario imaginario donde la realidad oscura se vuelve más optimista y colorista". Con esos tonos, brillantes y cálidos, lucía la tarjeta navideña que realizó, por encargo del periódico, para felicitar a los lectores en diciembre de 2006. Era un retrato del rey Pelayo, personaje que siempre le interesó "porque es una figura capital de la historia de Asturias, por lo que significa para esta tierra y por su vinculación con el Prerrománico".

El óleo, con una representación imaginaria de don Pelayo, es un reflejo perfecto de la pintura de Delgado, colores brillantes e intensos, pincelada extensa y un expresionismo que le permite mantenerse fiel a sus principios figurativos. En los últimos años, su pintura deja plena libertad al gesto y al color subrayando al mismo tiempo el expresionismo y una cierta depuración de las formas.