La Iglesia mexicana se opuso apenas tan sólo unos días antes de la visita del Papa al país al uso de preservativos ante la emergencia por el virus del zika y recomendó la abstinencia y la castidad como métodos para evitar la transmisión sexual del virus.

Este mandato apostólico choca con la mayor permisividad de Bergoglio, que a su vuelta del país mexicano se mostró favorable a la posibilidad de usar métodos anticonceptivos, "como mal menor", por el riesgo que plantea a las embarazadas el zika. Así todo, señaló que "el aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia", dijo ante los representantes de los medios de prensa.

Francisco dejó abierta la posibilidad de usar esos métodos al recordar que el Papa "Pablo VI en una situación difícil en África (la guerra en el Congo Belga) permitió a las monjas usar anticonceptivos para casos en los que fueron violadas", explicó el Pontífice.

No obstante, pidió "no confundir el mal de evitar el embarazo, por sí solo, con el aborto" y consideró que "evitar el embarazo no es un mal absoluto", pues "en ciertos casos, como en éste, como en el que he nombrado de Pablo VI, era claro".

La postura de Francisco, más comprensiva y relajada en sus planteamientos, desautoriza la política eclesiástica de los responsables de la Iglesia mexicana, que también había rechazado de plano la propuesta de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre la práctica del aborto en mujeres embarazadas que han contraído el virus.

Durante el viaje de regreso de México, el Papa se refirió, en su encuentro con los periodistas, a la pederastia para advertir que el obispo que cambia de diócesis a un sacerdote después de descubrir que éste es un pederasta "es un inconsciente" y tiene que "presentar su dimisión".