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Lang Lang, el pianista brillante y generoso

El intérprete chino actuará el sábado en el auditorio de Oviedo, que abrirá sus dos salas ante la gran demanda

Contaba apenas 3 años y Lang Lang no se perdía por la televisión las aventuras de Tom y Jerry. Se reía a carcajadas viéndolos corretear por las teclas de un piano, al ritmo de la "Rapsodia húngara" número 2 de Liszt. Desde entonces hasta hoy, la gran estrella del piano china, a quien muchos comparan con una figura del pop, ha recorrido un camino que nunca fue fácil y de cuyos peores momentos le salvó la música. "Para mí tocar supone el mejor momento".

Hoy, cumplidos los 33, es una personalidad mundial de la música, pero también es un tipo generoso, con una fundación que trabaja con niños músicos y en colegios, y muy alegre. Su forma de interpretar a Chopin, Chaikovski, Bach o Beethoven, por quienes profesa gran admiración, es a la vez tan delicada y enérgica que no deja indiferente. Algunos críticos más tradicionales le reprochan la forma tan espectacular y gestual de tocar, pero a él no le importa. "Toco de este modo desde que tengo 6 años, ha sido siempre mi estilo y me gusta que así sea, porque para mí significa que soy sincero". Y por si no quedara claro, añade: "Uno, como artista, debe ser libre en su creación, siempre que sepa lo que quiere. Y yo la mayoría de las veces estoy bastante seguro de lo que quiero".

Lang Lang estará el próximo 5 de marzo en el auditorio de Oviedo, en un concierto excepcional que hará historia en el ciclo que organiza el Ayuntamiento de Oviedo, porque será el de más público. Algo más de mil novecientas personas escuchando a un pianista. Las entradas en la sala principal se agotaron en poco tiempo y se ha abierto la sala polivalente, con casi todas las localidades vendidas a una semana de la cita. No es su primera visita a la capital del Principado, estuvo hace unos años, acompañado de una orquesta, y el entonces responsable del ciclo, Luis G. Iberni, advirtió a sus colaboradores sobre el extraordinario virtuosismo del joven pianista. Su actuación forma parte de una gira española que le ha llevado a Barcelona, Bilbao, Madrid y Valencia.

Hijo de un músico del Ejército y de una actriz y cantante que acabaría trabajando en una granja y como telefonista, frustrados ambos por una oscura Revolución cultural, Lâng (brillante y luminoso, en chino) y Làng (generoso) nació en 1982 en la ciudad de Shenyang, y su destino musical ya figuraba en los planes de sus padres, que le compraron un piano. A los 3 años ya tocaba, a los 5 dio su primer concierto en público y a los 13 dominaba los "Estudios" de Chopin. La modesta casa familiar apenas tenía calefacción y el pequeño tocaba en un instrumento bastante desafinado. Las jornadas de estudio eran largas, los ensayos no acababan nunca. En esta etapa tuvo un gran maestro, el primero, Zhu, que él mismo considera de influencia determinante en su vida, y una profesora castrante que le dijo que nunca sería capaz de entrar en el Conservatorio de Beijing. "La odié. Todo lo que hacía me lo juzgaba mal".

Pero su sufrimiento no había hecho más que empezar. Como él mismo cuenta en su autobiografía "Un viaje de millones de kilómetros" (Alba Editorial), su padre tenía el síndrome del número uno y se trasladaron a vivir a Pekín, en un piso pequeño y frío y alejados de su madre, que se quedó en la aldea y, de vez en cuando, les enviaba algo de dinero para ayudarles a sobrevivir. El progenitor no pasaba ni un fallo. Cuando Lang Lang fracasó en uno de los concursos a los que se presentó, le invitó a suicidarse. "O bien te tiras por la ventana o te tomas un tarro de pastillas".

El joven adoptó dos decisiones, abandonar una temporada el piano y dejar de hablar a su padre. Se reconcilió antes con el piano que con su progenitor aunque, con el tiempo, le ha ido perdonando. Después ganó prestigiosos concursos, entre ellos el Chaikovski y continuó los estudios en Filadelfia.

"El nunca pensó que hubiera hecho algo mal conmigo, de hecho la mayor parte de las veces era una persona muy creativa, pero cuando se ponía tan severo era horrible. Pensaba realmente que yo no había trabajado lo suficiente".

En la actualidad, sigue lejos de él. Atiende los proyectos que tienen en China, mientras que ha incorporado a su vida a su madre, que suele acompañarle en las giras.

"La realidad es que necesitas trabajar muy duro, y también tener suerte. Uno no puede controlar la suerte, pero sí el trabajo. Y para labrarte una carrera como pianista tienes que ser lo suficientemente fuerte como para ser capaz de mantener un alto nivel en los conciertos, un día tras otro, un año tras otro".

Es una personalidad musical global, pero sobre todo lo es en su país. Ha conseguido que 40 millones de niños chinos estudien piano y en los Juegos Olímpicos de Pekín actuó en la ceremonia de apertura. Su país le venera.

Admirador, como todos los jóvenes de su edad, de las nuevas tecnologías, seguidor de la música rap y un loco de la moda -le gusta vestir bien-, Lang Lang trabaja ahora en un repertorio de música española -Granados, Albéniz y Falla-, que escuchó interpretar a Alicia de Larrocha, su pianista favorita. Vive entre Europa, Estados Unidos y China, y su discográfica es Sony.

Casi siempre toca de memoria. En Oviedo interpretará "Seasons" de Chaikovski, "Concierto italiano en fa mayor" BWV 971 de Bach y "Cuatro scherzos" de Chopin.

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