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Hablemos en serie

"Gomorra" sigue de tiros largos

La segunda temporada, sin alcanzar la perfección de la primera, mantiene un nivel extraordinario y adictivo

Salvatore Esposito, arma en mano en una escena de la serie.

Para qué vamos a andarnos con medias tintas: la primera temporada de Gomorra es una obra maestra. Capítulo a capítulo. La segunda no llega a sus alturas pero saca un notable alto y tiene momentos memorables, como un asesinato en la playa visto por la pareja de la víctima tras una ventana o el sorprendente fin que le espera a uno de los jefes mafiosos a manos de uno de sus esbirros, en un volantazo brutal del guión con uno de sus protagonistas que recuerda a Juego de tronos. Por no hablar de esa escena magistral, digna del Coppola de los buenos tiempos, en los que ese mismo mafioso se venga cuchillo de carne en mano en una fiesta de quien humilló a la hermana de su novia. O la espeluznante noche en un cementerio. O... Pero a esta segunda entrega, siendo absolutamente recomendable y con algunas evoluciones dramáticas muy interesantes (sobre todo entre Pietro Savastano y su hijo), con la irrupción de la compasión en el dibujo de algunos tipos que hasta ese momento podían pegar un tiro en la cabeza a sus enemigos sin pestañear, no alcanza en los ocho capítulos vistos hasta ahora la perfección en lo que a intensidad, ritmo y vigor visual que supura su primera tanda de episodios. Quizá sea imposible.

Qué recuerdos: la presentación certera de unos personajes encarnados por actores que nacieron para ese papel, la dureza sin respiro con la que se presentaba una sociedad corroída por la corrupción, la violencia, el odio y la ambición descontrolada, donde la vida no vale nada y los asesinos empiezan a matar antes (casi) de afeitarse por primera vez, un mundo infame en el que no te puedes fiar de nadie y en el que solo parece haber amor desinteresado por las madres, ante las que los tipos más crueles son capaces de convertirse en corderillos. Además, la entrada de don Pietro en la cárcel ofrecía una magnífica y rica variante argumental.

Stefano Sollima y sus gentes están sacando todo el provecho a las ideas del novelista Roberto Saviano. Era un encuentro cantado porque Sollima ya había hecho otra serie espléndida (Roma criminal). Y el año pasado estrenó la película Suburra, no tan buena como Gomorra pero también digna de elogio. Un tipo talentoso.

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