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Comidas y bebidas

Los elegantes y frescos vinos de O Rosal

Terras Gauda Etiqueta Negra.

El carácter fronterizo imprime una sensación de tierra de nadie al paisaje del valle de O Rosal, en Pontevedra, de clima suave con influencia marina y también ribereña. Allí, el Atlántico acoge en sus aguas al Miño que une Galicia con Portugal. Los paisajes, con singulares rincones, son dulces y arrastran una languidez que contagia al visitante. El vino que se bebe, el que se elabora en la zona, tiene a la uva albariño como principal protagonista. En el reparto figura, además, loureiro. En ocasiones, treixadura y caiño blanca y tinta.

En O Rosal tienen motivos para estar sarisfechos. La primavera de 2015 resultó ser una de las más cálidas de los últimos 25 años. Las elevadas temperaturas y el tiempo seco se mantuvieron durante gran parte del verano, y por ello se produjo un adelanto notable en el desarrollo de las vides que propició una vendimia temprana. La sequía se atenuó gracias a las lluvias de principios de septiembre, ayudando a las cepas, en el momento idóneo, a completar una excelente maduración con buen nivel de azúcar y una acidez equilibrada. Incluso la caiño de recolección tardía se adelantó a los primeros días de octubre con lo que todos han salido ganado, en particular ese vino tan especial de Terras Gauda llamado La Mar, elaborado a partir de un 90 por ciento de esa uva y resto de albariño y loureiro. Glicérico y untuoso de una gran expresión aromática floral y frutal, se trata de un vino a tener muy en cuenta. Algo más de 16.000 botellas. Alrededor de 20 euros la unidad.

Etiqueta Negra es la gran referencia de la bodega. Lleva 70 por ciento de albariño y el resto se lo reparten caiño y loureiro a partes iguales. Maravillosa y equilibrada, la compenetración frutal con la crianza de roble francés le confiere un sello personal de elegancia y carnosidad que le permite figurar entre los grandes gallegos. Cerca de 40 euros la botella.

Para finalizar con los Terras Gauda, están los de mayor consumo de la casa. El que recibe el nombre de la bodega, elaborado también a partir de un 70 por ciento albariño, con la complejidad frutal que caracteriza a los blancos de esta firma. Sabroso, de buen recuerdo, y un precio, alrededor de 12 euros, competitivo. El más modesto, Abadía de San Campio, que presume de etiquetas, el un albariño cien por cien, que procede de las uvas vendimiada a mayor altura. Fresco, frutal y honrado, nadie podrá decir que lo están engañando cuando lo bebe. Sobre 11 euros la botella.

Tabasco y ostra. Hace unos días comí en Casa Gerardo la ostra cóctel de Marcos Morán, Mareennes especial, plena, con agua de tomate, tabasco y aceituna. Si hay que manipular una ostra, que sea así. Me acorde de Nueva Orleans. Tabasco es la salsa picante más famosa del mundo. Se compone únicamente de chiles, sal y vinagre. Se etiqueta en esos frasquitos tan característicos en más de una docena de lenguas. La fórmula es sencilla, sólo tiene como secreto la paciencia infinita. Los chiles rojos se machacan, se mezclan con sal y se reservan tres años en barricas de roble blanco. El puré resultante se junta con el vinagre y se guarda otro mes hasta el momento de filtrarlo y embotellarlo.

El tabasco, al igual que otros productos típicos, tiene un especial protagonismo en los carnavales de Nueva Orleans, donde se celebran los matrimonios más famosos por medio de disfraces. Por ejemplo, la salsa picante más popular con su concha favorita: la ostra. No es extraño ver por las calles a parejas disfrazadas, él de tabasco, ella de ostra. En el Mardi Gras todo puede ocurrir.

El tabasco también sirve para darle vigor a los cangrejos de río (écrevisses) que se cocinan estofados. En la tradición cajun se guisan muy picantes y son acompañados de arroz. Los cangrejitos se comen por kilos en Nueva Orleans, como las ostras por docenas, preparadas de mil maneras al igual que las gambas. El tabasco, de la marca McIlhenny Co, siempre está presente.

Otra vuelta a la tortilla. Uno de los templos asturianos de la tortilla española se traslada a la calle Carlos Bousoño. El bar Raspón, durante años en Manuel Pedregal, abrirá tras unas reformas sus puertas en un plazo presumible entre diez y quince días en el local que ocupó La Terraza del Vasco y antes de ello otros establecimientos.

El objetivo inmediato es que Paco siga dirigiendo allí su sinfonía del huevo y la patata. El primero, cremoso y suelto; la patata, cortada y cocinada como es debido. A su vez, la cocina del Raspón se reforzará con una selección esmerada del producto, como es habitual en la casa, y además con nuevos platos.

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