En la charla con este periódico Jorge Pardo decía que mejor que dedicarse a etiquetar o explicar la música es sentirla, y añadía que cada uno la siente a su manera y el que la interpreta a la suya. Y justamente sentimiento fue lo que mostró ayer en el teatro Campoamor de Oviedo en la clausura de estas dos jornadas del Festival de Jazz de Oviedo: sentimiento que arrancaba con una exhibición en solitario con su flauta travesera para enlazar con ese ambiente flamenco, mestizo, que repartía guitarra, cajón y percusión, siempre al paso marcado por el bajo. Pardo puso rápido al corriente al público de quién le acompañaba en escena.

Esos primeros momentos fueron de calma, de melodías sensibles y cuidadas, para proseguir ya con todo el "armamento" y las consiguientes exhibiciones con el saxo. Momentos en que pasó con su buen gusto por algunos clásicos que aún elevó más el entusiasmo del público.

Así corrieron al menos tres cuartas partes de la sesión, pero en ese tiempo Pardo y su grupo no sólo se ganaron el alma del público, sino que hicieron que ese sentimiento musical penetrara en lo más hondo de cada cual. Nada sorprendente tratándose de este saxofonista, un maestro con mucha horas de vuelo, tantas que al principio ya dijo que en el teatro Campoamor fueron muchas las actuaciones que hizo y se sentía como en casa. Y, desde luego, dejó huella una vez más por ese original mundo musical tan suyo.

Antes abrió el programa de sesiones el pianista asturiano Isaac Turienzo, al que Pardo en su saludo elogió y evocó los momentos que tocaron juntos. Justo lo que hicieron ayer al término de la sesión de Turienzo. El pianista dio paso a Jorge Pardo, que entró sólo para marcarse un dúo de flauta y piano: "Nunca hay nada preparado pero en esto, ya se sabe, enseguida se prepara un incendio", decía el músico a este periódico en las vísperas del concierto cuando se le preguntaba si iban a tocar algo juntos.

Isaac Turienzo había hecho un pequeño recorrido por algunas de sus piezas claves, algunas versiones, guiños a Coltraine y, sobre todo, una serie de dedicatorias a compañeros de la escena, muy especialmente a Chema Fombona, fallecido meses atrás y que acompañó a Turienzo en numerosas ocasiones, como recordó el pianista. Entre esas adaptaciones hizo Turienzo la "Balada para Tete", que fue motivo de la grabación de un documental en su día. Y, como suele ser habitual, Turienzo cerró con la versión de "Santa Bárbara" que toca para evocar sus raíces. Con el programa doble se puso punto final al festival, "que regresó al Campoamor", dijo Turienzo.