Oviedo, Pilar RUBIERA

Hubo un periodo histórico, entre los siglos XI y XIII, en el que dos reyes del Reino de León (que abarcaba también Asturias y Galicia), Alfonso VI el Bravo y Alfonso IX, pudieron haber cambiado la historia de España. Sus políticas conciliadoras, su deseo de lograr una convivencia pacífica entre territorios y entre cristianos y musulmanes, sustentada en legislaciones que promovían la igualdad, quedaron truncadas por la absorción del reino por Castilla y el constante rechazo del Papado a las reformas, apoyando sin reservas a los castellanos. Esta tesis, que puede explicar el desafecto de los españoles hacia su país y que se sustenta en investigaciones de numerosos estudiosos, es la que sostiene el ensayo "Nuestro desamor a España: cuchillos cachicuernos contra puñales dorados", del escritor Juan Pedro Aparicio (León, 1941), ganador del premio internacional "Jovellanos" de ensayo, que convoca Ediciones Nobel.

Una indagación intelectual, que tiene mucho de detectivesca. "Nadie habla de cuando el Reino de León es absorbido por Castilla, destruyendo un momento espléndido de la historia de España como proyecto de vida hacia el futuro", señala Aparicio.

El libro, "un ensayo de historia verdadero que asume riesgos", escrito "magníficamente por una de las mejores plumas literarias que hay en España", en palabras de Pedro de Silva, escritor y expresidente de Asturias, se presentó esta semana en la librería Cervantes de Oviedo, en un acto en el que también intervino, utilizando la llingua asturleonesa, el escritor y poeta Xuan Bello. "¿A qué se debe nuestro desamor por España? Parafraseando a Mario Vargas Llosa cuando se refería a Perú, ¿en qué momento se jodió España?", se preguntó Bello.

"Uno de los grandes errores de la Transición", en palabras de Xuan Bello, "fue que Asturias quedó sola a la hora de ser autonomía. Hubiera vertebrado más su unión con León y Zamora".

¿Cómo es posible que Fernando III, el hombre que unificó los reinos de Castilla y León, hijo de Alfonso IX, un rey tres veces excomulgado por el Papa, fuera canonizado y pasara a la historia como Fernando III el Santo? ¿Se conoce que Alfonso IX, con tan sólo 16 años, promueve en 1188 las Cortes de León, a las que, por primera vez en la historia universal, concurren los "cives electi" de las ciudades del reino, representando a sus iguales, treinta años antes de la llamada Carta Magna inglesa? ¿Qué ocurrió en el Reino de León cuando Alfonso VI el Bravo y el ya citado Alfonso IX intentaron promover la convivencia entre cristianos y musulmanes y democratizar las instituciones, siempre con la oposición del Papado?

Son cuestiones que Juan Pedro Aparicio, perteneciente a la escuela narrativa leonesa, autor entre otras novelas de "Nuestro hijos volarán con el siglo", sobre los últimos días de Jovellanos, y con una biografía vital muy vinculada a Asturias, trata de clarificar. "Un leonés aguerrido que siempre ha militado como asturleonés", en definición de Pedro de Silva, trata de dar respuestas buscando conocer la verdad sobre España, en la misma línea de autores como Unamuno, Ortega, Marichal y Sánchez Albornoz. Aparicio llevaba tiempo dándole vueltas a la idea y, según él mismo afirmó, uno de los acicates para lanzarse lo recibió del historiador medievalista Ignacio Ruiz de la Peña, fallecido este mismo año.

"En la formación de España hay un momento en el que se produce una especie de defecto de nacimiento, una 'embrogenia' defectuosa, y para Aparicio es aquel en el que la convivencia social y el ejercicio del poder de la monarquía leonesa son sustituidos por el modelo de Castilla movido por el Papado", señala Pedro de Silva.

Una verdad, la de España, que el autor compara con esa que también buscan los hijos supervivientes de los desaparecidos en Argentina. Aquella en la que nos reconocemos.