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MARÍA PAGÉS | Bailaora, inaugura el próximo día 23 el Festival de Danza de Oviedo con "Yo, Carmen"

"La madurez y la experiencia te ayudan a entender el valor social del arte"

"El interés por la danza y por las artes en general, que no son algo secundario, no está en la hoja de ruta de los políticos y es un gran error"

María Pagés. ANDREA COMAS

Bailar, en el caso de María Pagés (Sevilla, 1963), fue una pasión temprana. "Habría bailado en cualquier sitio del mundo en el que hubiera nacido", suele decir. Tuvo su primer traje de flamenca a los seis meses y con 15 años estaba en Madrid haciendo la carrera de Danza. Hija de un profesor y de una empresaria, brillante alumna de Matemáticas y lectora voraz, esta bailaora, coreógrafa y directora de su propia compañía, Premio Nacional de Danza en 2002, es hoy una figura internacional del flamenco.

El próximo 23 de febrero inaugurará el Festival de Danza de Oviedo con la obra "Yo, Carmen", una versión genuinamente femenina del personaje ideado por la mirada masculina y misógina de Mérimée y Bizet. Con textos de María Zambrano, Widad Benmoussa, Akiko Yosano, Marguerite Yourcenar, Margaret Atwood y la propia Pagés, el espectáculo, que desmonta el mito de la racial Carmen, se estrenó en octubre de 2014 en el teatro Calderón de Valladolid y desde entonces se ha representado en medio mundo. María Pagés atendió a LA NUEVA ESPAÑA telefónicamente, haciendo un alto en los ensayos.

-Lleva algo más de dos años presentando "Yo, Carmen" por todo el mundo. ¿Siente que el público ha entendido a esa Carmen, una mujer mucho más real, alejada de la imagen creada por la imaginación masculina?

-Todo este tiempo que llevamos haciendo la obra me ha dado la posibilidad de averiguarlo, yo también me interrogaba sobre ello porque mi intención era que se entendiera no sólo en un entorno próximo sino en todos los países del mundo, y ya sabemos que el mundo de la mujer no es igual en todas partes. Puedo decir que el mensaje ha sido entendido, comprendido y las mujeres han sido partícipes, se lo puedo decir de primera mano. Una de mis primeras preguntas era ¿se va a entender en Japón, en China, en Ecuador o en Francia, donde nació la obra? Mi curiosidad era más potente que mis temores. Y puedo decir que sí, ya no sólo por la reacción del público. Me han llegado cantidad de mensajes que han reforzado mi idea.

-De todas las reacciones positivas, ¿recuerda alguna de forma especial?

-En Japón, una señora y su madre fueron al teatro y, al final, me dijeron que el espectáculo les había emocionado. Que a través del flamenco habían visto a las mujeres con las que soñaban. Todo esto es lo que te hace seguir adelante. Para mí lo más importante es no sólo hacer algo que te gusta sino que tenga sentido y sea útil a los seres humanos. El arte tiene ese aspecto de utilidad y de estar al servicio de los seres humanos.

-¿El arte siempre ha de tener un valor social?

-Hay diferentes maneras de entenderlo. La madurez y la experiencia te ayudan a entender ese valor. No creo que todos los artistas piensen igual que yo, creo que el arte no sólo está hecho para realizarse, también debe disfrutarse y cuando, además, alguien se emociona, es cuando la obra está concluida. Sin emoción, la obra no está acabada.

-José Saramago dijo que ni el aire ni la tierra son lo mismo después de verla a usted bailar. ¿Cuándo sintió que el baile y usted serían algo inseparable?

-Con Saramago hubo inicialmente un vínculo laboral que acabó convirtiéndose en amistad, con él y con su mujer. El baile es algo innato en el ser humano, todos bailamos. Está en el ser humano una reacción corporal que va tomando forma ante un impulso rítmico, es verdad que son cosas que se manifiestan de niños, incluso más que otras artes. Mi primer traje de flamenca lo tuve con seis meses, bailaba flamenco y ballet desde niña y a los 15 años viajé a Madrid para hacer la carrera de Danza profesional. Trabajé con María Rosa, en tablaos y todo eso, mientras estudiaba en el colegio Amor de Dios.

-La curiosidad, dicen, es una de sus señas de identidad y lo cierto es que se refleja en toda su obra, que tiene un carácter indagador y renovador que se enriquece con la colaboración de otros artistas. ¿Qué le inspira?

-El arte es el reflejo de la vida. Creo que lo que nos da inspiración es la experiencia vital, de ahí sacamos los instrumentos para poder trabajar, de lo contrario estamos como vacíos. Es cierto que soy curiosa, pero no hay nada más inspirador que la vida. Soy aficionada al arte en general y creo que todas las artes se alimentan unas a otras, como la propia vida de los artistas. Soy muy aficionada a las matemáticas, me encantan porque son como el arte, el ritmo y la música en este caso están en la geometría, en los números. A veces pienso que ser matemático es ser un artista.

-¿Qué tiene el flamenco que le hace tan poderoso?

-Es un arte y, como tal, llega al centro emocional de cualquier ser humano. No es sólo una representación folclórica o social, tiene una mayor dimensión. Por una parte, es un arte popular y, por otra, es el resultado de la convivencia de varias culturas, eso le da una riqueza y una capacidad de comunicar con mucha gente y con otras culturas. No nació como arte de élites, más bien lo hizo en lugares marginales, y ha ido escalando posiciones y adquiriendo reconocimiento poco a poco, con gran trabajo y tesón. Su carácter popular le llena de diferentes matices emocionales y todo ello hace que sea enormemente rico.

-Dirige su propia compañía desde hace veintisiete años. No parece fácil con una seria crisis económica y un 21% de IVA.

-Es muy difícil, la crisis ha afectado enormemente, y no sólo a España, nosotros viajamos por todo el mundo, y es global. Somos veintinueve personas trabajando y tenemos una estructura estable. Para mí lo más importante es mantener la estabilidad de un equipo, y no es nada fácil. El interés por la danza, por las artes en general, no está en la hoja de ruta de los políticos y creo que es un gran error. Sin duda, hay prioridades, pero las artes no son algo secundario. Son las que cultivan las emociones y lo que mueve el mundo son las emociones. Un niño que baile o que haga música será mucho más eficiente en su preparación en matemáticas, lengua e idiomas, está comprobado científicamente. El cerebro es emoción.

-Ha trabajado con grandes artistas. ¿Qué recuerda, por ejemplo, de su colaboración con Mikhail Baryshnikov en Nueva York?

-Para mí fue un momento maravilloso asistir como invitada al Baryshnikov Arts Center para trabajar durante unos días a nivel coreográfico y creativo. Él creó este centro para tender puentes entre la creación europea y la estadounidense y ésa es su dedicación principal. De esa colaboración salió una soleá maravillosa. Fue muy bonita la experiencia y ahí nació lo que luego fue mi espectáculo "Autorretrato".

-Trabajó en sus comienzos con Antonio Gades. ¿Cuál ha sido su enseñanza más profunda, la que le ha marcado?

-Para mí ha sido el gran maestro y lo será siempre, aunque ya no esté entre nosotros. Su gran aportación fue su manera de unificar el flamenco, que el flamenco a nivel de danza tuviera dignidad y esa dignidad se la dan los propios profesionales. Cuando tu trabajas con dignidad lo que haces lo transmites y eso te da la posibilidad de que ese arte evolucione y crezca. Independientemente de su visión como coreógrafo, en esto fue un maestro y yo con mi compañía sigo ese modelo. En una compañía somos compañeros y hacer equipo es lo que te da la posibilidad de crear.

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