La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La loca histeria de las galaxias

Diversión asegurada con algunos brotes de drama y un inteligente aprovechamiento de la fórmula

Imagen promocional de "Guardianes de la galaxia".

Se podría considerar que películas como Deadpool, Escuadrón suicida o Guardianes de la galaxia hacen las veces de antídoto cinematográfico contra los virus de solemnidad que invaden a los superhéroes y sucedáneos en los últimos tiempos. De las tres, los Guardianes son los menos salvajes. Son una especie de pandilla gamberra que disuelve cualquier conato de gravedad por la broma rápida. La secuela introduce nuevas pistas en un circo donde las payasadas se mezclan con las acrobacias y la pirotecnia elevada a la máxima potencia.

Difuminada la capacidad de sorpresa que hizo de la primera entrega un sorpresón para muchos (lo que llevó a pensar a los menos entusiastas que se estaba sobrevalorando el asunto), las nuevas andanzas de los Guardianes se animan a coquetear con el drama puro y duro en momentos donde el súbito cambio de registro puede pillar a más de un espectador desprevenido. Instantes, por cierto, en los que los efectos digitales dejan de ser una simple herramienta de entretenimiento para convertirse en un recurso estético de primer orden a la hora de visualizar una situación de dolor indescriptible.

Pero que no se preocupen los admiradores de esta nueva saga galáctica. Guardianes de la galaxia ofrece en su volumen dos una cantidad suficiente de diversión confortable y ocasional brillantez para satisfacer a quienes buscan más de lo mismo sin grandes modificaciones, incluidas esas cinco escenas "extra" para mantener al público sentado durante los créditos finales. En los iniciales, Gunn dispara sus mejores balas de regodeo con una idea francamente buena: mostrar en primer plano a Baby Groot en plan bailón mientras detrás se desarrolla un feroz combate que rinde homenaje a Men in black.

Entendida como una transición hacia la tercera parte que dibuja mejor a los personajes y sus conexiones (algunas con brotes románticos claros de "inocente complicidad"), barajando cartas tan queridas por Marvel como las relaciones entre padres e hijos, los Guardianes abren juego a ráfagas tanto con puntazos ternuristas con Groot (a veces excesivos) como con guiños nostálgicos (Mary Poppins, El coche fantástico, el icono Stallone, Cheers, el walkman...), recurriendo a música levadiza de ánimos y una estética de gominola psicodélica que pasa de lo hortera (sin remilgos) a lo bello con una naturalidad pasmosa.

Compartir el artículo

stats