Un equipo de investigadores ha recuperado el ADN de una de las especies más enigmáticas descubiertas por Charles Darwin, los macrauquenias (de Sudamérica), para así trazar su parentesco con los actuales caballos, rinocerontes y tapires, según publicó la revista científica "Nature Communications".

El nuevo estudio, liderado por la Universidad de Potsdam en Alemania y el Museo Americano de Historia Natural en Estados Unidos, arroja luz sobre uno de los ungulados (mamíferos que tienen cascos o pezuñas en sus extremidades) de Sudamérica, que vivió durante la última glaciación y tenía perplejos a los biólogos desde hacía más de un siglo.

En 1834, Darwin encontró los primeros restos fósiles de este animal (macrauquenia) en Uruguay y Argentina, y se los pasó al renombrado paleontólogo británico Richard Owen, quien quedó desconcertado por su inusual combinación de rasgos que impedía establecer su relaciones evolutivas.

Una de sus características más extraordinarias era la posición de las aberturas nasales, que, a diferencia de la mayoría de mamíferos, no estaba situada justo encima de los dientes frontales, sino más arriba, entre los ojos, lo que podía indicar la presencia de una trompa, como los elefantes, o bien una nariz hinchable, como la de algunas focas.

Para resolver el misterio, el equipo de investigadores ha recurrido al análisis del ADN mitocondrial extraído de un fósil encontrado en una cueva en el sur de Chile, en combinación con una nueva metodología más fiable para completar los segmentos genéticos dañados por el paso del tiempo. Según Michi Hofreiter, experto en paleogenética, al evaluar el grado de parentesco entre especies a través del ADN mitocondrial, el estudio ha concluido que los parientes actuales más cercanos del macrauquenia serían los mamíferos placentarios conocidos como perisodáctilos, que engloban a caballos, rinocerontes y tapires.