Desde que regresó de Londres la Reina Letizia sonríe sin parar. Ese simple gesto, que las mejores escuelas de negocios consideran vital para lograr el éxito profesional, hizo ayer que todo el mundo encontrase ideal la camisa de Uterqüe guardada en el vestidor real al menos desde 2012. Eso sí, en línea con la tendencia "greeny" (verde esmeralda), que arrasa esta temporada y que también engancha a celebridades mundiales como Melania Trump, con el Herve Pierre que llevó el pasado mes de abril para recibir a Rania de Jordania en Washington.

La soberana consorte de España, que inauguró los cursos de verano de Música de la Fundación Princesa de Asturias, en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, tampoco tuvo reparos en repetir bolso, y eso que tiene más de doscientos. Esta vez escogió un Hugo Boss en piel, estrenado en su reciente visita a Gerona, esta vez sin correa, a modo de clutch, un estilo con el que parece sentirse muy cómoda. La camisa, sin mangas y con lazada delantera, la lució en julio de 2012 para clausurar el 22.º congreso de la Asociación Europea para la Investigación del Cáncer, y volvió a ponérsela, al menos en otra ocasión más, para una audiencia en la Zarzuela con estudiantes de la Universidad Francisco de Vitoria.

La ropa y los complementos de la, por ahora, marca más cara de Inditex son frecuentes en el atuendo de la Reina, poco dada a llevar cosas de Zara, una marca que tampoco es frecuente en sus hijas.

La falda lápiz blanca en tejido brocado dejaba claro que la Reina de España es una de esas mujeres que puede ponerse lo que quiera. Los salones nude de Prada, que se venden por 500 euros, marcaron ayer las pisadas reales. Como únicas joyas Letizia llevó los pendientes de amatista y jade de la firma neoyorquina Bounkit, valorados en 270 euros, vistos por primera vez en el viaje a Japón, el pasado abril y que repitió posteriormente en el almuerzo en honor al presidente de Costa Rica.