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BEATRIZ DÍAZ | Soprano

"Necesito tomar dos aviones para cantar por el mundo, pero vivo en Asturias con los míos"

"Mi hijo Luca tiene 15 meses y es el amor con letras grandes, algo que no conoces hasta que ves su sonrisa por la mañana"

Beatriz Díaz, en el jardín del colegio de Recoletas de Oviedo. MIKI LÓPEZ

La soprano Beatriz Díaz (Boo, 1981) inició su carrera el 11 de noviembre de 2002 en "L'amico Fritz" y el próximo 12 de noviembre estrena "L'elisir d'amore". Cumple 15 años de voz profesional en el teatro Campoamor de Oviedo, donde empezó. Luego grabará el disco del premio que ganó en Berlín, en febrero hace "Così fan tutte" en Málaga... "Esto fluctúa. Un año bueno rondo las 50 actuaciones, éste serán 20. Ya tengo fechas para 2019".

- ¿Teme que no la llamen?

-Es fundamental que me llamen para estar en candelero, pero no demasiado porque el público cansa. Hacen falta pausas para reciclar. Mis modelos son cantantes longevas que vivieron la madurez vocal de los 40 a los 55 años.

- ¿Es una adolescente vocal?

-Estoy llegando a un punto interesante para un repertorio más lírico que hasta ahora.

- ¿Qué quiere hacer?

-Mimí, de "La Bohème".

- ¿Los 30, edad intermedia?

-Y fundamental. Tenemos dos cuerdas vocales que son dos músculos, y hay jóvenes que por uso inadecuado de ellas quedan en el camino o por debajo de lo que prometían. Debes conocerte, escucharte, llevarte y tener un buen profesor, pero encima de un escenario estás tú solo y sólo tú conoces tu instrumento. Ahora hago cosas que antes no.

- Por ejemplo.

-Me reencuentro con "L'elisir d'amore" siete años después, con un timbre similar pero un instrumento que creció y tiene nuevos recursos. Más joven resuelve el atrevimiento: el instrumento, con riñón, suena. Con más de 30, la naturaleza merma y tienes la técnica.

- ¿Qué más le cambió?

-Luca, un peque de 15 meses. Tienes más que hacer y más satisfacciones. Me enseña cosas de las que no me creía capaz y me obliga a querer ser mi mejor versión porque es un momento dulce y enseño valores a un niño.

- ¿Eligieron bien su llegada?

-Siempre quisimos tener peques sin encontrar cuándo. Vino en un momento no esperado y encajó todo, canté hasta los 8 meses en Taiwán, Granada y Madrid. Es amor con letras grandes, algo que no conoces hasta que ves esa sonrisa por la mañana. Toy encantá co'l mi nenu, pero cerré la tienda.

- ¿Y ese nombre italiano?

-Viví más de tres años en Italia sin sentirme forastera.

- Entre 2005 y 2015.

-Hubo lucha y soledad, pero me quedo con vivir de lo que te gusta hacer y los momentos más especiales de mi carrera.

- ¿Cómo llegó?

-Un amigo vio un anuncio de que Mirella Freni daba clases de canto, me avisó y me inscribí. Hice la audición después de un viaje de 24 horas a Vignola en el que nevó. Entramos cuatro nuevos. Una beca cubrió la parte académica, pero ni los viajes ni la estancia de diez días al mes. Mi familia me apoyó. Mi padre era cantante de tonada y no quería para mí lo que le pasó a él. Por eso me apuntaron al Conservatorio a los 15.

- ¿Qué quería cantar usted?

-Whitney Houston, Mariah Carey, Celine Dion, Rocío Jurado... Si era difícil, yo lo cantaba.

- Primera lección.

-Que no cantara en casa como hacía. Iba media hora a clase a vocalizar; luego, dos medias horas. Al año y pico cayó la primera partitura en mis manos. Preparé dos canciones con mis maestras para el Conservatorio y no me cogieron. Me preparé otro año para volver a presentarme pero mi voz evolucionó mucho, me sentí muy cómoda con la profesora, Elena Pérez Herrero, y quedé donde estaba. Sigo con ella si estoy aquí y necesito reciclar.

- ¿Su padre, Ricardín el de Boo, supo primero que usted que acabaría siendo cantante?

-Toda mi familia. Yo no creía hacer nada especial. Estudiaba Biología, pero no podía hacer las prácticas, obligatorias para el examen. Tenía una audición, iba a hablar con los profesores y me decían "si fuera un deporte... ¿no puedes cantar otro día?".

- ¿Cómo mudó sus sueños de Las Vegas a Milán?

-Elena me recondujo a la ópera sin forzar. Me encantó la ópera. Era cantar y actuar. Me moría, me enamoraba y desenamoraba... Soy muy teatrera. Y nunca me vi como una diva del pop, pero sí como profesional de la ópera. Estoy cómoda en el anonimato.

- ¿Vive de la voz desde...?

-De estudiante cantaba bodas para mis gastos. Marché a Madrid a los veintipocos años.

- Usted vive en Asturias.

-Soy de raíces. Ahora estamos en Gijón, por el verano. Tengo casa en Palomar, cerca de Las Caldas (Oviedo). Mi marido, Jorge, es bombero en Emergencias del Principado. Mi madre, Amelia, se jubila el 20 de octubre de maestra en Caborana. Vendrá conmigo porque quiero llevar al peque hasta que cumpla 3 años.

- ¿Pierde oportunidades por estar aquí?

-No, gracias a la globalización. Llaman a mi agente y yo llego a cualquier parte cogiendo dos aviones, en vez de uno como haría si estuviera en Madrid o Barcelona. A cambio, disfruto de mi gente. Estuve un año fuera, en Madrid, Buenos Aires, Sevilla, Palermo, Venecia. ¿Dónde vivía?

- Primera noche en la ópera.

-A los 19 años un "Roméo et Juliette" en el teatro Campoamor, en enero de 2002. Me invitaron al día siguiente de mi audición.

- ¿Qué le pareció?

-Era la primera vez que lo veía completo, con vestuario y orquesta. Tuve un clic. ¿Cómo puede existir esto y que yo me lo haya perdido hasta ahora? Hay funciones en las que no puedo creer lo que acabo de vivir.

- ¿Y como cantante?

-Los nervios funcionan. Conozco grandes voces incapaces de alcanzar la mitad de lo que pueden ante el público. Nunca cancelé, canté con 38 de fiebre y catarro, con güelito malu y problemas personales. Eso debes dejarlo en las quintas, los laterales del escenario.

- ¿Qué cabeza tiene usted?

-Quiero pensar que loca, pero es muy centrada. No doy todo por hecho porque siempre hay un factor que no puedes controlar. No salgo, me hidrato bien, cuido qué como, pero en la vida también hay que disfrutar.

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