La necrópolis tardoantigua y medieval hallada en la villa romana de Veranes, en la parroquia gijonesa de Cenero, supone un muy relevante conjunto de restos de la mayor importancia para conocer cómo eran la vida y la muerte en un núcleo asturiano durante un período de tiempo que va desde finales del siglo V y principios del VI hasta el XIV. Empezamos a saber, por ejemplo, que la esperanza media de vida en los siglos XII y XIII, centurias a las que corresponden buena parte de los enterramientos excavados, superaba difícilmente los 26 años de edad. Morían por la extensión de todo tipo de enfermedades, pero los investigadores han podido documentar que eran comunes las infecciones, los traumatismos, los tumores o dolencias graves de las articulaciones, como la artrosis.

Son algunas de las conclusiones que el arqueólogo Fernando Gil Sendino y el antropólogo Armando González Martín, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, van acumulando después de la ordenación de los materiales rescatados de Veranes. Quedan aún cajas por abrir, pero esos restos están "perfectamente catalogados" en los almacenes de las instalaciones del Departamento de Biología de la citada institución universitaria madrileña, según explicó ayer González Martín. Para este profesor, se trata de la "colección perfecta". Y más: "Tenemos al menos para dos décadas de investigación; estoy convencido de que muchas de las cosas que estudiemos acabarán en las grandes revistas científicas americanas; hay casos de los que no hay literatura anterior".

Este antropólogo y Gil Sendino, que dirigió junto a la catedrática Carmen Fernández Ochoa las excavaciones de Veranes, dieron ayer la segunda de las conferencias del ciclo que el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) dedica a la conmemoración del centenario del descubrimiento de la villa romana gijonesa. Fue el sacerdote felguerino Manuel Valdés Gutiérrez (1880-1962), entonces ecónomo de la Abadía de Cenero, quien se percató del valor de aquellas piedras a las que los vecinos llamaban Torrexón de San Pedro y quien denunció el expolio de las ruinas.

Las excavaciones, que comenzaron en 1998 y se pararon en el 2012 (el solar que ocupa la villa está batido, pero no así las fincas aledañas que podrían formar parte del "fundus" del señor de Veranes), han sacado a la luz del día la importancia de esta villa romana y de la centenaria necrópolis de la zona. Los investigadores han excavado más de seiscientas tumbas y hallado restos de más de ochocientos individuos. "Es un cementerio que nos habla de la gente, a lo largo del tiempo, que vivía en la aldea próxima", señaló Gil Sendino. Éste hizo resaltar que la investigación sigue su curso y que los estudios futuros "continuarán dando sorpresas".

Hoy sabemos, por ejemplo, que la iglesia de Santa María y San Pedro de Riera no fue un templo de nueva planta. Es, al contrario, resultado de la reutilización del antiguo edificio romano como consecuencia de la cristianización de los dueños de la villa. "Hay esa continuidad del efificio, lo demás se fue abandonado", indicó Gil Sendino. Sabemos que en el siglo VI hay ya un culto cristiano en Veranes, aunque los inicios pudieron ser anteriores. Se ha encontrado un sillar con crismones. "Son investigaciones que suponen una aportación al estudio del mundo paleocristiano de la región", añadió el investigador.

Hay datos del mayor interés para saber qué paso en Veranes a partir del siglo V, con el derrumbamiento del Imperio romano de Occidente. No lo son menos aquellos que resulten de los estudios de la necrópolis. "Nos permitirá ver la transformación, la secuencia histórica; es una pequeña joya", afirmó Gil Sendino.

"Podemos ir diciendo cosas, algunas provisionales", aseguró, por su parte, González Martín. La esperanza media de vida era de unos 26 años años debido, claro, a la muy alta mortandad de la población infantil. El profesor aclaró que ese dato no significa que no hubiera algunos individuos que alcanzasen los cincuenta o sesenta años de edad, pero eran los menos.

González Martín presentó ayer en la charla del RIDEA el caso de un niño que, a causa del parto, presentaba una tortícolis congénita. "Estoy convencido de que no hay otro caso igual en la literatura sobre este tipo de cuestiones", indicó el antropólogo. De ahí que se muestre convencido de que, en los próximos años, aparecerán muchos estudios de importancia para arrojar luz sobre el mundo tardoantiguo y medieval en Asturias.

¿Hay suficientes medios para proseguir esas investigaciones? "Nuestra disciplina es pobre en términos generales, no tenemos el apoyo de las grandes farmacéuticas, pero sí el de la Universidad; sería estupendo contar con cuatro o cinco investigadores más, pero la situación es la que es", subrayó González Martín.