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Hablemos en serie

"Will" o no "Will", ésa es la cuestión

Una ficción vulgar y falsamente moderna sobre los jóvenes años de un Shakespeare copión y adúltero

Una escena de la serie "Will".

Se sabe tan poco de William Shakespeare que escribir sobre él da vía libre a los guionistas para imaginar lo que quieran. Y lo habitual es que sus ocurrencias vayan por el lado romántico (recordemos el blandengue Shakespeare enamorado) o el controvertido ( Anonymous, aquella patochada de lujo de Roland Emmerich sobre quién escribió las obras de teatro). Will coge ambas tendencias para dibujar a un joven Shakespeare tan ágil en la cama como en los duelos de versos, deslizando alguna teoría más bien disparatada sobre los derechos de autor y metiendo con calzador una trama de persecución e intriga en la que el catolicismo es perseguido brutalmente. Repito: un joven Shakespeare. Se supone, pues, que el público al que va dirigida la serie no es el lector exigente de "Hamlet" sino el equivalente al espectador adolescente que disfrutó con aquel dolor de cabeza que era el Romeo + Julieta de Baz Luhrmann, un enjambre visual en el que las palabras del genio eran sepultadas bajo toneladas de imágenes mareantes y chorraditas visuales.

Así que "Will" también pone los ojos a prueba en muchos momentos con esos montajes y cambios de velocidad tan "modernos" que ya apestan a alcanfor, y también pone música de ahora para aprovecharse del anacronismo como forma de enganchar a nuevas audiencias. Hay mucho colorido (siguiendo la estela de Franco Zeffirelli, que sí supo actualizar los clásicos sin patearlos), escenas de tortura para dar un barniz de dureza un tanto forzado y orgías de todo tipo y condición para reforzar el lado más epidérmico del asunto. El villano de turno es más bien grotesco, las referencias al proceso de escritura producen vergüenza ajena y es terriblemente convencional la historia de amor con la hija del creador y propietario del teatro donde Will empieza a dar sus primeros pasos como creador. Laurie Davidson y Olivia DeJonge son sobradamente guapos para encajar en las pretensiones superficiales y vistosas de la serie, aunque solo ella parece tener un plus de talento que permita augurarle un futuro prometedor.

Puestos a fabular, los numerosos guionistas buscan una estrafalaria teoría sobre las ideas "robadas" por Shakespeare a mentes ajenas (su amante le reprocha que falla en la historias, no en los versos, y sabe dónde encontrar la solución, que pasa por un doble robo). Con diálogos que van de lo pedantuelo ("La lujuria no es ninguna broma") a lo folletinesco ("¿Nos vemos en el infierno?" "Te llevaré al cielo", cosas de amantes), Will se saca de la manga un conflicto amoroso con ribetes de vodevil (la esposa del escritor se presenta de pronto con los niños mientras él retoza en el lecho con su bella amante, los celos y lamentos están servidos) para ir cruzando las distintas subtramas con cierto atropellamiento. El resultado es pobretón (incluida la recreación del Londres de la época) pero si se es condescendiente, Will puede ser lo bastante divertida como para darle una distraída oportunidad. Claro que, con la cantidad de estrenos interesantes que tenemos entre planos, ¿para qué perder el tiempo con un producto tan insignificante? La vida es breve.

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