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Franco enseñó a su hija a pescar en el Cares

La hija del dictador se declaraba monárquica en su infancia asturiana y desvela que su madre sólo era feliz al final de su vida al recordar su boda, que se celebró en Oviedo en 1923

Carmen Franco, de niña, con su madre, Carmen Polo.

Asturias no podía faltar en los recuerdos que la ovetense Carmen Franco evoca a la escritora Nieves Herrero en el libro que recoge el testimonio novelado de la hija de Franco. Su madre, la también ovetense Carmen Polo, también es una presencia constante en su memoria.

Una primera mención al Principado aparece durante un episodio histórico: julio de 1936. Las Palmas de Gran Canaria. Recuerda: "Vi a mis padres despedirse en el hotel. Nosotras íbamos al puerto de Las Palmas y mi padre a un aeródromo pequeñito a coger el Dragon Rapide. Puede que esa despedida tuviera una especial trascendencia, pero yo no me enteraba de nada". Carmen tiene nueve años y su madre la apremia: "No te quedes atrás. Nenuca, tienes que andar más rápido. No podemos perder el barco". El barco que con destino al puerto de El Havre para buscar seguridad. Horas tensas. "Carmen Polo, muy delgada y enjuta de cara, seria, tiraba de la mano de su hija para que corriera. Se había despedido de su marido minutos antes y sabía a ciencia cierta que podía ser la última vez que le viera con vida". En el barco, una señora francesa pregunta a la niña de dónde son. "Somos de Asturias", respondió Carmen, sin extenderse más en donde había nacido y en qué familia".

De Oviedo, concretamente, donde se desarrolla una de sus primeras anécdotas: paseando por la calle Uría, un grupo de militares reconocieron que era la hija de Franco y cuando le dijeron lo guapa que era, Nenuca contestó: "Soy corrientita y monárquica". Luego los compañeros se lo comentaron a su padre "y le indicaron que tuviera cuidado con lo que iba diciendo la niña en plena república".

Historia que se engarza con otro recuerdo donde queda de manifiesto cómo la niña vivió años en los que debía ocultar su origen. Incluso su nombre: "Yo solo he vivido en un piso en Oviedo, en casa del abuelo Felipe, y en Francia, en casa de (la institutriz) mademoiselle Claverie. Ahí me llamaban Teresa y a mi padre le tuve que cambiar el nombre. Me inventé el de Salvador (...). Tuve mucho miedo. Parecía que todo el mundo nos espiaba. Mamá me obligó a mentir al cura que nos hacía preguntas".

En Oviedo fue donde una joven Carmen Polo conoció a quien sería una celebridad de la moda: Cristóbal Balenciaga. "Cristóbal", le preguntó en un encuentro cuando ya es una leyenda, "¿no recordará usted desde cuándo nos conocemos?". "No lo recuerdo a ciencia cierta", comentó Balenciaga "mientras probaba la toile a Carmencita". "Fue en Oviedo", añadió Polo, "era muy joven, pero ya despuntaba".

Pescando en el Cares. Tras quedarse embarazada por segunda vez, Carmen Franco "procuró llevar una vida con menos fiestas nocturnas durante los siguientes nueve meses. Pero en esa primera Semana Santa, tras conocer la noticia, acompañó a sus padres a la casa de la familia materna en la Piniella, cerca de Oviedo. Acudieron al coto Monejo, del río Cares, para pescar salmones. El primero costó a Franco media hora de captura. Después lo intentó Carmen: 'Una vez veas al salmón tomar la mosca, pega un tirón rápido y seco sin perder la tensión de la línea. Si aflojas, se escapará. Tampoco puedes tirar con una fuerza excesiva porque se puede romper el sedal o si el anzuelo está clavado en el lateral de la boca, se la puedes desgarrar'".

Un secreto familiar: "Mi padre era de buen comer. Las paellas de verano le encantaban. Lo único que no le gustaba era el arroz con leche. En Asturias se tomaba mucho y para mi madre, sin embargo, era un exquisitez".

El día de la boda. Cuando su madre ya entraba en los últimos capítulos de su vida, le encantaba hablar de su boda y de lo mucho que pasó con sus padres hasta que la dejaron casarse con el 'comandantín'. (...) Yo me fijé en él. Nunca se le veía en una mesa de juego ni tomando copas? Eso, en una ciudad como la mía, se sabía. Cuando (mi padre) se enteró de que podíamos llegar a mayores, me propinó la única bofetada que he recibido en mi vida. Mi tía Isabel se sumó y no paraba de decir: "Mi Carmina no será para ese aventurero que no tiene porvenir y solo busca cazar una buena dote". ¡Lo que yo pude llorar! (...) Cuando mi padre cedió, tuvimos que aplazar varias veces la boda. Por fin, el 16 de octubre de 1923 nos pudimos casar. Para mis paisanos fue la boda del año, te lo aseguro". "Ibas guapísima", le dice su hija, "se te veía feliz". Miraba las fotos de la boda "que estaban siempre presentes en algún marco de los que su madre tenía cerca" y confiesa. "¿Sabes? Creo que me parezco mucho a ti y eso que siempre me han comparado con papá".

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