"El Mesías" más emotivo de los últimos años conmovió ayer a un Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo lleno hasta la bandera. La reciente pérdida del trompista de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) Roberto Álvarez Rodríguez, fallecido el lunes, a los 46 años de edad, marcó el desarrollo del tradicional concierto de Navidad de la Fundación Princesa de Asturias que la organización y las dos formaciones participantes, la propia OSPA y el Coro de la Fundación, dedicaron a su memoria.

La emotividad que emergía de los que fueron compañeros de Álvarez embargó a todo el Auditorio. Durante el minuto de silencio, previo al inicio del concierto, el público se puso en pie para apoyar a la orquesta herida, en un momento emocionalmente muy intenso. Durante el resto de la velada, que se desarrolló con las luces encendidas, público, orquesta y coro mantendrían esa comunión.

El homenaje a Álvarez hizo de esta edición del concierto de Navidad de la Fundación Princesa de Asturias una cita especial, aunque también había otros alicientes, plenamente musicales, para acudir al Auditorio a escuchar "El Mesías" de Haendel. La cita, imprescindible en estas fechas y cuyas invitaciones estaban agotadas desde hace días, contó por primera vez con el director y cantante Carlos Mena al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) y del Coro de la Fundación Princesa.

Destacó en esta edición la calidad del cuarteto solista que contó con grandes voces de la actualidad nacional. La soprano María Espada se mostró brillante en el registro agudo. La mezzo Cristina Faus lució su voz redonda y considerable volumen sonoro. El tenor Juan Antonio Sanabria, demostró tener una voz bien proyectada y con un hermoso color. Y el barítono Josep Miquel Ramón, demostró un buen registro medio y sólidos graves. Todos ellos contribuyeron a incrementar el interés la jornada.

Pero quizá el gran descubrimiento de la velada fue Carlos Mena. Procedente del mundo de la música antigua, el director optó en esta ocasión por una orquesta reducida, con pocos músicos en el escenario. Quiso hacer hincapié sobre la parte coral y su dicción, siempre atendiendo a los balances, e introdujo su propia visión personal en la partitura de Haendel. Interesante fue el peso que concedió a los papeles más graves, acentuando con ello el dramatismo de algunos momentos.

Muy preciso en las entradas, Mena lució especialmente al integrar las piezas corales, el otro pilar fundamental de este oratorio. Algo en lo que contó con la solvencia del Coro de la Fundación, cuya interpretación destacó por su empaste y la potencia de algunos números.

Un despliegue, en definitiva, que obtuvo el beneplácito de un público conmovido desde el minuto de silencio inicial hasta el último segundo de esa catedral de la música que es "El Mesías".