Un referente del humorismo gráfico, testigo inexcusable de la Transición, y un artista capaz de transformar la mirada del espectador para adecuar el mundo a sus viñetas. Ese era Antonio Fraguas, "Forges", a juicio de de sus amigos asturianos, de los profesionales del periodismo y de los activistas de la cultura que le conocieron y admiraron. Todos ellos destacan del artista gráfico su afilado ingenio, su profundo humorismo y un carácter solidario que le hicieron una persona muy querida en las redacciones y, también, en su entorno afectivo y familiar.

"Suena manido pero Forges es, absolutamente, una referencia que marcó esencialmente el humor gráfico de la Transición, desde el 'Por favor' o el 'Hermano lobo', hasta sus veintitantos años en 'El País'. Se nos va parte del oficio en el que estamos, y en estos tiempos tan raros con la libertad de expresión. En 'Mongolia' le queríamos y le admirábamos, porque marcó muchísimas cosas: la provocación, la reflexión sobre temas políticos, un nuevo lenguaje... era un maestro", afirma el humorista ovetense Edu Galán.

El ingeniero asturiano Ignacio García-Arango tenía vínculos familiares con Forges, al que conoció en la década de 1960, cuando se desplazó a Madrid a estudiar la carrera. "El padre de Forges, Antonio Fraguas Saavedra, era primo de una tía política mía, y cuando estaba en Madrid tenía mucho contacto con ellos. Eran muy ingeniosos todos, toda la familia. Especialmente el padre, que era brillante y tenía golpes geniales. Todos su hijos salieron a él", relata García-Arango.

En aquel tiempo, Forges daba sus primeros pasos en el mundo del humorismo gráfico: "Recuerdo cuando vendió su primer chiste y lo contó en casa, sería el año 63 o el 64. Era una persona muy humana y muy familiar", afirma García-Arango.

Otro asturiano, el periodista Juan Carlos Laviana, mantuvo una estrecha relación profesional con Forges en los años 80 y 90 del pasado siglo: "Le conocí en 'Diario 16', en el 82. Yo era redactor jefe y él se incorporó como viñetista- En el 89 nos fuimos juntos a 'El Mundo', del que fuimos fundadores. Estuvimos trabajando juntos hasta el 95, cuando él se fue a 'El País'. A diferencia de otros viñetistas, era un tipo muy de redacción, donde se pasaba horas y horas. Muy integrado en el equipo. No se limitaba a rellenar el hueco del 'cartoon', también daba su opinión sobre los temas, incluso sobre la portada. Era muy cercano, muy llano, pero para un jefe de redacción era un tipo temible, porque si notaba que había alguna injusticia con un compañero enseguida montaba una asamblea o una huelga. Era un hombre muy auténtico y cuando estabas con él tenías la sensación de estar en una viñeta suya, porque hablaba como sus personajes".

De las numerosas anécdotas con Forges, Laviana rescata una: "Cuando estábamos en 'El Mundo' recibió una carta de un peluquero de Bilbao, de 18 años. Le mandaba sus dibujos y a Forges, que enseguida vio que tenía talento, no se le ocurrió otra cosa que mandarle un billete y traerle a Madrid, buscarle alojamiento y ponerle a hacer dibujos. Era Gorka Sampedro. Cuando recordé esta anécdota con él, me dijo que lo único que le pidió Forges fue que, cuando fuera famoso, hiciera lo mismo por otro dibujante. Que siguiera esa cadena de favores". Otro colaborador de Forges fue el escritor Juan José Millás, autor de "Números pares, impares e idiotas", ilustrado por el dibujante y editado en 2001 por Alba Editorial, del grupo Prensa Ibérica Media -editor de LA NUEVA ESPAÑA-. "Tuvimos una relación muy especial. Cuando le envié este libro a Forges, con la ilusión de que lo ilustrara, no nos conocíamos. Tuvo la generosidad de acceder, y desde entonces tuvimos una relación muy intensa. Yo ya sabía que cualquier historiador que quiera saber qué ha sido la España de los últimos cincuenta años tiene que pasar por Forges en algún momento, pero además descubrí a un hombre absolutamente sencillo y afable, además de muy curioso", relata Millás.

El escritor y Laviana coinciden además en destacar la conexión que logró Forges con el español medio. "Uno iba a un ambulatorio de la seguridad social o a una oficina de empleo y siempre había una viñeta de Forges pinchada con una chincheta", señala Millás. "No importaba el tipo de persona que fueras, su humor siempre te llegaba. Era el autor de la autobiografía de España, porque él mismo era así", añade Laviana.