"La batalla de Covadonga es un hecho histórico, la derrota de un destacamento, posiblemente pequeño, camino de Covadonga. Yo empleo la palabra escaramuza, me parece bien". Así la describió ayer Francisco Javier Fernández Conde, catedrático emérito de Historia Medieval, durante la conferencia "Covadonga: realidad y mito", que impartió en la sede del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), en Oviedo. Una ponencia que marcó el inicio del quinto ciclo de conferencias del centenario de Covadonga y en la que, a través de una lectura crítica de las fuentes, el historiador ofreció una interpretación sobre el origen del Reino de Asturias que no dejó a nadie indiferente.

"El episodio de Covadonga se repite en varios sitios de los Pirineos, pero aquí hubo buenos propagandistas que ensalzaron esa historia y la hicieron épica, mítica", afirmó Conde, reivindicando el potencial político y, también, los valores estéticos de las crónicas asturianas. Unos textos que, incidió, son de sobra conocidos por los investigadores, pero que aún hoy, en el año en el que se conmemora el decimotercer centenario de los orígenes del Reino de Asturias, llevan a diferentes interpretaciones por sus omisiones y contradicciones.

Para empezar, Conde puso el acento en las diferentes versiones del origen de Pelayo. "No sabemos quién era Pelayo. Todas las crónicas lo relacionan con el mundo visigodo, pero son contradictorias al indicar su origen", precisó. El historiador considera poco probable que los jefes locales eligiesen líder a un noble llegado de fuera, en un momento en el que las relaciones no eran fluidas, y cree más probable un origen astur: "Pensar que Pelayo era un jefe local con asiento en la zona del Sella y un contacto más o menos fuerte con el mundo visigodo es plausible".

En cuanto a la rebelión que lideró el caudillo, Conde apoya la tesis, defendida también por otros investigadores, de que tuvo motivaciones económicas: la resistencia de los poderes locales a pagar tributos a los musulmanes. En esta línea, el historiador considera que la llamada "Reconquista" fue esencialmente un proceso de expansión feudal que, sólo en sus siglos finales, tomó forma como proyecto político.

Conde reivindicó además la figura de Alfonso II como "el gran colonizador" bajo cuyo gobierno se superó la cordillera Cantábrica, llegando a los valles del Duero y el Ebro. "Se suele decir que el gran caudillo fue Alfonso III, pero leyendo las crónicas árabes se ve que el gran colonizador es Alfonso II, que tuvo una actividad constante en esas zonas. Y si no las quiso conquistar fue porque eso suponía dominarlas, y las hubiera perdido", afirmó.

El historiador reivindicó además la importancia de las excavaciones arqueológicas para completar el conocimiento de esa época, toda vez que las fuentes escritas, más allá de esas diferencias en su interpretación, "son las que son, no vamos a encontrar ningún raro manuscrito en una oscura biblioteca".