Pues sí. Ha llegado el momento en que Abelardo ha dicho basta. El pasado 4 de noviembre, el firmante publicaba en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA un artículo titulado "Abelardo: naturalidad contra fariseísmo". Tras exponer una serie de acontecimientos acaecidos en la plantilla del Sporting, dejaba clara la personalidad del entrenador, al manifestar lo que él entendía debía de ser un club profesional en la máxima categoría del fútbol español. Llamaba las cosas por su nombre, sin tapujos y medias tintas, y eso al parecer no gustaba a más de uno. Todo por el bien del propio club. Pero también dejaba constancia, en el mentado artículo, de lo siguiente: "Mucho me temo que puede llegar el momento en que Abelardo se canse de ser sincero, noble y abierto?". Pues ha llegado ese momento que uno predecía, no por ser más que nadie, sino porque se analiza el discurrir del club y se observan los pormenores del mismo.

Ahora ha vuelto a surgir otro tema candente: la situación de los jugadores Juan Muñiz y Hugo Fraile. De nuevo unas palabras pronunciadas en el contexto de una rueda de prensa, el entrenador volvió a ser sincero, al glosar lo que observa en los distintos entrenamientos. Todo ello derivado de la existencia de unas renovaciones que nunca se debieron realizar, pese a los problemas que el club aventuraba podrían pasar si no se le permitía fichar, al no analizarse con profesionalidad la coyuntura. Sobre este tema mucho se podría comentar, pero todo está sujeto a la nebulosa que sitúa lo que acontece entre bambalinas, en el consejo de administración y sus empleados más cualificados (al menos económicamente), y sus posteriores decisiones y rendimiento. En varios artículos hablé, asimismo, del organigrama rojiblanco. Lo comparaba con un equipo de Liga de Campeones, estando en Segunda. Seguimos por el mismo camino o quizás más ampliado. No obviemos que se han duplicado los puestos en distintas funciones. La gente entra, pero nadie sale. Esto genera una auténtica bola de nieve. Pero el máximo accionista sabrá lo que hace. Cuidado, porque todo esto se puede volver, más temprano que tarde, contra sí mismo, y las consecuencias pueden ser entonces irreversibles.

Retomando la situación de Abelardo (quiero dejar constancia de que en mi vida he cruzado dos palabras con él, y sólo lo conozco de sus tiempos de juvenil y los partidos disputados contra mi equipo, Revillagigedo, por lo que nada me lleva a escribir una defensa de su situación en esta tesitura), entiendo que el club debe de ser más pulcro en el reparto de funciones, y con una dupla de empleados cualificados en el departamento de comunicación, darle un contenido más amplio y más acorde con el prestigio de nuestro Real Sporting. Creo que se me entiende sin ampliar más el tema. Y ya para terminar, quisiera volver sobre algo que también está publicado en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA. Mucha duplicidad en distintos puestos del organigrama, reitero, pero vuelvo a insistir de nuevo en que quizás la carencia que más se hace necesaria cubrir es el puesto de un director de recursos humanos.

P. D. En estas fechas tan señaladas quisiera desear unas Felices Fiestas y un buen año 2016 a todos los lectores de este periódico, el más leído de Asturias y el octavo de España.