Cuando un equipo se olvida de ganar el problema es severo. El Sporting ha entrado en caída libre justo cuando encara el tramo más duro de la competición. Con seis puntos de los últimos veintisiete en juego, los rojiblancos han dilapidado su ventaja y su crédito. El asunto es serio y los síntomas son claros. Ayer, ante un Getafe inoperante en ataque, el Sporting cedió. Así, sin más. Los rojiblancos han adquirido la querencia a complicarse la vida, en partidos que tiene encarrilados. Un penalti innecesario o una falta tan lejana como mal defendida, crean tal sensación de inseguridad que hasta un saque de puerta se acaba convirtiendo en una jugada de gol.

El Sporting fue ayer dos equipos, que merecen dos análisis bien diferenciados. El único pero que se le puede poner al primer tiempo del Sporting es que no dejara despachado el partido. Los rojiblancos desbordaron al Getafe con el que marcaron una amplia diferencia futbolística que no se tradujo en goles por los buenos reflejos de Guaita, de largo el mejor jugador de su equipo con permiso de Sarabia. En el otro área, la mayor preocupación para Cuéllar era la de no quedarse frío. El Sporting pudo perfectamente jugar sin portero estos cuarenta y cinco minutos.

El Sporting volvió vencido de los vestuarios. No quedó ni rastro del equipo que había zarandeado a los azulones en el primer tiempo. Los rojiblancos pasaron a ser un equipo ancho y largo, en el que una parte de los futbolistas intentaba atacar y el resto se aplicaba en defensa. Al Getafe todo se le volvieron pasillos y caminó por ellos con cierta timidez, como esperando una emboscada que nunca se produjo. Las facilidades fueron tales que se extendieron al área, donde los rojiblancos tendieron una alfombra roja a los atacantes del Getafe.

La derrota es más seria de lo que parece. No sólo porque el equipo caiga a puestos de descenso, algo que entraba en lo asumible, sino por la sensación de incapacidad que transmite el Sporting en los últimos partidos.

Abelardo siempre tuvo a gala que el suyo sería un equipo competitivo. El discurso le sirvió bien en Segunda División, donde una buena defensa te acerca al éxito. Para competir en Primera, es necesario también un punto de ambición, de sentenciar al rival cuando se tiene a merced. Al Sporting le falta colmillo. Quizá sea cosa de la edad de sus futbolistas, pero tampoco los mensajes que se lanzan desde el banquillo son fáciles de interpretar. Jugadores que pasan de la grada al equipo titular con demasiada frecuencia, cambios sin eficacia y una apuesta casi temeraria por algunos futbolistas que están claramente fuera de forma. Jony dio síntomas evidentes de cansancio desde el primer tiempo, caminó más que corrió y, a ratos, pareció ahogado. No fue el único al que el partido se le hizo largo, pero quizá sí el caso más evidente. Eso por no hablar de la desesperada defensa de tres con la que ha cogido el hábito de terminar los partidos.

En un momento determinante de la competición, en el que los equipos dan pasos al frente que los acerquen al objetivo, el Sporting se llena de dudas.