Apenas cinco fueron los minutos que separaron al Real Sporting de saborear las mieles del éxito (pues como tal se hubiera considerado un empate frente al todopoderoso Atlético). Apenas cinco, pero que bastaron igualmente para que Kevin Gameiro firmara el ‘hat-trick’ más rápido de la historia del Atlético de Madrid y de la liga española, batiendo por solo dos segundos, el que ostentaba David Villa desde el 2006, en un partido frente al Athletic, defendiendo la camiseta del Valencia. Gameiro, paradojas de la vida, parecía tener su futuro lejos de la orilla del Manzanares, pues era vox populi que no resultaba del agrado de Simeone. Habrá que ver si tras su exhibición de efectividad en El Molinón, el entrenador ha cambiado su opinión sobre el delantero francés.

Hasta ese fatídico minuto 80, el Sporting había despachado probablemente el mejor partido de la era Rubi. Había comenzado el partido con las novedades de Douglas y Burgui (el héroe de Butarque) en el once inicial, que sustituían a Carmona, sancionado, y al navarro Isma López.

Durante todo ese tiempo, el equipo se había mostrado sólido en defensa, concediendo apenas ocasiones claras al rival. En el centro del campo Vesga y Sergio imponían su ley, mientras que por las bandas, tanto Douglas como especialmente Burgui, martilleaban continuamente a los centrocampistas y defensas colchoneros. Mientras que arriba, Traoré, participaba prácticamente de todos los balones que superaban la línea del centro del campo. Aunque gran parte de ellos no fueran al pie, como reclamaba Rubi en días anteriores al partido. Y aunque condicionara la forma de atacar del cuadro local como si el marfileño fuese una ‘superestrella’.

Aun a riesgo de parecer exagerado, no sería del todo incierto afirmar que por momentos el Sporting embotelló al Atlético de Madrid en su campo. Volvió de este modo como en partidos anteriores, a disponer de numerosos saques de esquina, que sin llegar a generar grandes ocasiones, sí dieron la sensación de llevar algo más de peligro que al que nos tiene acostumbrado este equipo. Sería interesante conocer la estadística de todos los corners botados hasta la fecha por el Sporting y el rendimiento obtenido con ellos.

Pero en todo caso y salvo ligeros matices, el equipo ofreció muchas notas positivas que invitaban al optimismo. Veíamos así por citar algunos ejemplos, a un Mere imperial al que se le unía un Amorebieta centrado y expeditivo, pero sin recibir tarjeta; veíamos también a un Sergio en su mejor versión, la de corazón y pulmón del equipo; o a un Moi recuperado para la causa, como aquel que ilusionara a principio de temporada; y a un Burgui en estado de gracia, quien con su descaro y rapidez de desborde, sin miedo a meter el pie, llegó a recordar al Jony que tantos aún echan en falta.

Cuando se alcanzó el descanso, en los vomitorios no se escuchaba otra cosa: “¡vaya primera parte que hemos hecho!”. Lo debió ver hasta Simeone, quien sin duda en el vestuario les echó un buen rapapolvo a sus chicos. Tan en serio se lo tomaron estos, que en la primera jugada de la primera parte, consiguieron marcar por la vía más rápida posible, cuando no había transcurrido ni medio minuto desde la reanudación. Y entonces llegó lo que nunca antes habíamos visto en el Sporting de esta temporada: capacidad de reacción. Aquel atrevimiento y desparpajo que hizo grande al equipo de los guajes, se volvió en parte a visualizar sobre el campo. Y de esta manera llegó el empate tras una gran jugada de Burgui culminada con un mejor aún centro, al que Sergio supo poner broche de oro. Empate, pero con la sensación en todo el estadio, de que incluso se podía aspirar a más.

Tan clara era la situación de riesgo para los de Simeone, que éste se decidió por un doble cambio (a la postre decisivo) con todavía media hora por jugarse y agotando su tercer cambio, solo siete minutos después. Y aquí es donde falló Rubi. El míster sportinguista no supo valorar correctamente el panorama que buena parte de los aficionados sí veían desde sus asientos: el centro del campo había pasado a ser propiedad del equipo rival. Moi, Burgui y hasta el propio Vesga, agotados por el esfuerzo realizado, pedían un cambio a gritos. Avisó además el Atlético con un gol anulado por un fuera de juego muy ajustado. Aun así, no fue ninguno de los citados jugadores el primero en ser sustituido, sino Traoré, un dolor de muelas para los defensas atléticos, que vieron con alivio cuando este se dirigió al túnel de vestuarios para dar entrada a Castro. Con ello, al problema de oxígeno en el centro del campo se unió que el equipo no supo cambiar el chip en su forma de atacar al rival, empecinándose en seguir lanzando balones al canterano, como si el marfileño, ya en la ducha, siguiera presente sobre el césped.

Y cuando por fin Cases se despojaba de la sudadera para saltar al campo en ayuda de sus compañeros, llegó el maldito minuto ochenta. Jugada de tiralíneas que como un cuchillo que atraviesa la mantequilla, acabó en un uno contra uno de Gameiro con Cuéllar, que el delantero visitante no desaprovechó. Uno a dos y no quedaba más que apelar a la heroica: Cases de nuevo al banquillo y preparados para salir Víctor y Cop. No dio tiempo siquiera a que pisaran el campo, que Gameiro sentenció con el tercero aprovechándose de un error de bulto por parte del más fiable de nuestros defensas: Meré. El cuarto, sin tiempo tampoco para digerir el anterior, apenas aumentó la incredulidad que se había apoderado de los aficionados, viendo cómo un partido podía torcerse de semejante manera en apenas un suspiro. Fue con el cuarto tanto cuando buena parte del público decidió entonces sí (y no antes) abandonar su butaca mascando una derrota tan abultada como injusta. El enfado de Rubi era la prueba evidente de la ocasión que se había dejado escapar. Por su parte, los aficionados visitantes coreaban deportivamente aquello de que el Sporting es de Primera. Ver, veremos si lo seguirá siendo a final de temporada. ¡Ojalá sus deseos se hagan realidad! Pero para eso hace falta sumar puntos. Suma puntos y no mires con quién, se podría decir. Hoy no ha podido ser porque como plagiando a Piqué, también en este partido, con un tal Kevin empezó todo. Empezó y acabó para ser exactos.

La realidad es que jugando infinitamente mejor frente al Atlético de Madrid que lo que se hizo en Butarque, no hemos sin embargo sumado un solo punto. Excesivo castigo y nulo premio para los méritos contraídos durante gran parte del encuentro. De lo que no cabe duda es que jugando como hoy, los puntos llegarán. El próximo partido frente al Celta, de nuevo en casa, es la primera oportunidad para ello.