La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El análisis de la plantilla

El barco de Carmona

El extremo balear, que comenzó como suplente sorpresa, acaba como ídolo de la grada y uno de los jugadores más importantes

El barco de Carmona

Comenzó su singladura de esta temporada navegando despacio, con viento de cara y rumbo incierto. En los primeros doce partidos de la competición, Carlos Carmona Bonet (5-7-87, Palma de Mallorca) disputó únicamente 13 minutos de Liga. Por razones que se escapan a la lógica, Abelardo, que siempre había confiando en el extremo balear, echaba pie a tierra y le alejaba del equipo titular. Carmona quedó varado en dique seco, aguantó las mareas y no se rindió. En cuando tuvo una oportunidad, salió a flote, consiguió más protagonismo que nunca y firmó su mejor temporada desde su llegada a Gijón. En los últimos meses de la competición, no cabía un alma más en el barco de Carlos Carmona, al que cada domingo se subían nuevos pasajeros. El extremo acabó coronado ya como ídolo del sportinguismo por más que Rubi se empeñara en dejarlo fuera de algunos partidos decisivos.

A pesar de que ha jugado menos que en temporadas anteriores, Carlos Carmona ha tenido un peso específico mucho mayor dentro del equipo. La prueba más evidente es que nunca antes, ni en Primera ni en Segunda, había marcado ocho tantos. Carmona fue el segundo máximo goleador del equipo, superado únicamente por Duje Cop, gracias a que el croata era el encargado de lanzar los penaltis.

Incluso en los peores momentos del equipo, Carlos Carmona se mantuvo siempre en pie. Es cierto que su nivel de excelencia bajó algunos puntos, pero fue siempre uno de esos raros supervivientes en los grandes naufragios colectivos. Cansado de ver cómo Rubi lo dejaba fuera de los partidos importantes, Carlos Carmona señaló el césped de El Molinón tras marcar uno de esos goles trascendentes para decir alto y claro que su sitio estaba en el terreno de juego.

El gesto no pasó desapercibido y el "carmonismo" bramó con furia ante cualquier insinuación de que su ídolo podía volver a caer en la suplencia. Rubi entendió el mensaje y ya no volvió a cuestionar al balear, que terminó la temporada como el gran referente del juego ofensivo del Sporting. Más allá del talento intermitente de Burgui, de los chispazos aislados de Moi Gómez y de los disparos al aire de Cop, Carlos Carmona ofreció siempre una regularidad alta en su juego, que adobó con grandes dosis de compromiso.

Como sucede a muchos futbolistas de talento, Carmona ha estado bajo sospecha desde su llegada al Sporting, abanderando la escuela del Barcelona, con una sangre helada en las venas y una calidad que quedó siempre fuera de cualquier debate. Hasta este año, sus grandes defensores han sido sus entrenadores, mientras que le costó ganarse el aplauso de una grada que siempre ha tenido predilección por los futbolistas de casta, de pierna dura y de sudor abundante.

El idilio de Carmona con la grada de El Molinón se consolidó precisamente en un año en el que creció la desafección con el equipo. Nadie discute la continuidad del extremo, llamado a ser uno de los líderes del regreso del Sporting a Primera División. A la espera de conocer el criterio de los técnicos, cuesta imaginar un Sporting sin Carmona.

Otro debate sería el de su ubicación. Desde su llegada a Mareo, Carmona ha ocupado preferentemente la banda derecha, aunque todos los técnicos han comentado, soto voce, que su demarcación ideal era jugar por dentro, detrás del delantero y cerca del área, donde puede hacer daño de verdad. La ausencia crónica de especialistas en banda derecha de los últimos años ha obligado al exilio del balear, seguramente el futbolista que mejor se ha adaptado a esta posición de las últimas plantillas. Ya no queda nadie por subirse al barco de Carmona, quien tiene que ser uno de los líderes de este equipo.

Compartir el artículo

stats