"Era como un padre para todos nosotros. Psicológicamente también nos ayudaba mucho. Era simpático y cercano y tenía mucha vitalidad". Joaquín, el futbolista que más veces ha vestido la camiseta del Sporting, convivió durante toda su etapa en el club, y también en la selección sub-21 y en la absoluta, con José Luis Rubio, el histórico recuperador y fisioterapeuta de la época dorada del Sporting en los setenta, ochenta y noventa. Rubio falleció ayer a los 93 años de edad tras una vida dedicada al deporte, primero en el atletismo, donde fue campeón de España, después como fisio del Sporting, y finalmente colaborando en el Grupo Covadonga.

El Sporting le recordaba ayer en su página web como "una persona tremendamente popular" y destacaba "su bonhomía y su extrovertida forma de ser que le granjearon el cariño de muchas generaciones de futbolistas". Hoy sus restos mortales serán incinerados a las 19.30 horas en Cabueñes y mañana a las 13.00 horas tendrá lugar su funeral en la iglesia parroquial de San Julián de Somió.

Jiménez, otro de los futbolistas de los mejores años del Sporting, destacó de Rubio que "era una de las personas que te marcan y te dejan huella, por ser una persona alegre, simpática y con mucha guasa". Y en el plano profesional destaca del histórico fisio rojiblanco su cercanía: "Era un recuperador de los que venía a tu casa si hacía falta. Por eso lo recordamos más como un amigo que como un profesional".

A José Luis Rubio le tocó vivir unos años en los que la medicina deportiva aún no contaba con tantos medios como en la actualidad. Aún así, Óscar Celada, que ahora es el médico de la Selección, le recuerda como "una persona adelantada a su tiempo en la forma de tratar ciertas lesiones". Y subraya cómo en su época de jugador en el Sporting, en la que ya estaba matriculado en Medicina, Rubio le sirvió como referencia para seguir. "Era un maestro por sus consejos, sus recomendaciones y por la forma de trabajar. Además, fue deportista con mayúsculas, no sólo con sus hitos en atletismo, sino por manejar a la perfección los códigos del deporte", apunta. Después de tantos años en el Sporting su huella va más allá del ámbito deportivo. Joaquín cuenta dos anécdotas de Rubio. "Era un poco temerario al volante. Una vez fuimos con él a Madrid y sufrimos mucho", sonríe el actual seleccionador de fútbol playa. Y Joaquín también explica que gozaba con las pequeñas cosas. "Disfrutaba de una cerveza como si fuese un manjar. Cuando íbamos a jugar y tomábamos algo se sentaba y la saboreaba, y como sabía que lo mirábamos hasta exclamaba de gusto. Su familia me ha dicho que hasta hace bien poco aún seguía tomando alguna cerveza", destaca Joaquín.

Rubio no sólo dejó huella en el Sporting. La gimnasta olímpica Verónica Castro cuenta que cuando tenía 13 años sufrió una grave lesión deportiva, que incluso le dejó con pocas garantías de seguir compitiendo. "Sus manos, carácter, gran experiencia, amor a la profesión y el respeto a los pacientes me ayudaron mucho", destaca sobre la ayuda que recibió de Rubio desde agosto de 1993 a febrero de 1994. "Me convenció para pelear y le ganó a mi miedo y desidia. Me demostró que el dolor enseña y fortalece y me hizo reír en el peor momento de mi vida", sentencia Castro.