Oviedo,

M. J. IGLESIAS

La mordedura de culebra -previsiblemente de una víbora- sufrida por un niño de 6 años, el pasado miércoles, junto a la playa de Toranda, en Niembro (Llanes), no es habitual. De «anécdota» lo califican algunos expertos consultados por LA NUEVA ESPAÑA. Aun así, hacen algunas recomendaciones para que no se produzca este tipo de accidentes.

El biólogo Roberto Hartasánchez y el veterinario especialista en especies exóticas de la clínica Terán, Valentín Alonso, aseguran que aunque en Asturias conviven dos especies de serpientes venenosas, repartidas por todo el territorio rural, la «Vipera berus» y la «Vipera seoanei», no es frecuente que ataquen a los humanos.

Alonso recalca que se trata de una especie muy abundante que «a medida que se descuida el medio rural va ganando nichos ecológicos en los que ha estado presente desde hace miles de años, en la costa y en el interior», señala.

Se alimentan de roedores y suelen salir de sus guaridas atraídas por el sol. Viven en grietas, entre piedras y troncos de árboles. La costa de Llanes es uno de sus hábitats preferidos, porque allí tienen comida y refugio. Alonso aconseja como medida de precaución no caminar descalzos por el campo. Ambas especies son las únicas venenosas catalogadas en la región. Hartasánchez asegura que no suelen ser agresivas. «Cuanto más veneno tienen, el comportamiento es más pacífico», indica.

El animal no ataca si no se siente amenazado. «Por eso es importante no pisarlas ni intentar tocarlas cuando aparecen en el campo», señala Hartasánchez.

Las mordeduras, que se neutralizan si son debidamente tratadas con los antídotos Pasteur, que se encuentran en centros sanitarios y farmacias, son especialmente problemáticas en niños pequeños, ancianos y personas con problemas cardiacos.

En el Principado de Asturias conviven otras muchas clases de culebras que son inofensivas. Una de ellas, la coronela, tiene incluso escamas carenadas y dibujos parecidos a los de las serpientes, para despistar a los enemigos e intentar confundirse con ellas. Un buen modo de diferenciar un ejemplar venenoso de otro que no lo es consiste en examinar la pupila. La de la víbora es rasgada, como la de los gatos, acostumbrada a la visión nocturna, mientras que las demás la tienen redondeada.