Madrid, Agencias

La Policía Nacional ha liberado en Madrid a una menor de 14 años, de origen rumano, que supuestamente era obligada por su madre y sus tres hermanos, cabecillas de un grupo de proxenetas, a ejercer la prostitución en la calle, al igual que a otra chica de 16 años, cuya desaparición había denunciado su familia. En la operación han sido detenidas siete personas -e imputadas otras seis- y se ha liberado a cinco mujeres, entre ellas a esas dos menores, a las que los tres hermanos amenazaban y pegaban si no conseguían la cantidad de dinero que diariamente les marcaban y que oscilaba entre los 150 y los 180 euros.

La Policía también se ha incautado de relojes, medallas y otros objetos robados a los clientes por valor de 6.000 euros. La desaparición de una chica de 16 años que se había ido de casa con su novio, denunciada por su familia, fue la pista que llevó a los investigadores hasta esta banda. Tanto ella como la otra menor en algunas ocasiones no podían salir a prostituirse por las marcas y lesiones que tenían por todo el cuerpo tras las palizas.

La familia de proxenetas se había aliado con otros miembros que operan en el polígono Marconi -formado por industrias y viviendas en el distrito de Villaverde-Usera, al sur de Madrid- para controlar en exclusiva el negocio de la prostitución en la zona. El grupo se autodenominaba «la brigada negra» y pretendía «ocupar la vacante» que había en el negocio de la prostitución en esa zona tras los arrestos en anteriores operaciones policiales de los jefes de otros clanes, como «cabeza de cerdo» y el «señor del polígono». La Policía calcula que cada mujer podría haber entregado más de 25.000 euros a la citada organización.

Desde su asentamiento, a principios de año, este grupo habría obligado a prostituirse a 15 personas, 10 de las cuales está intentando localizar la Policía, que tiene identificados a otros seis componentes de la banda a los que espera detener en breve. Las cinco mujeres rescatadas vivían en tres domicilios que los proxenetas tenía alquilados cerca del polígono Marconi desde principios de año. Desde allí sus «jefes» las trasladaban a diario al polígono, en coche o en transporte público, para que se prostituyeran y robaran a los clientes, a los que ellos mismos atacaban si llegaba el caso.