EN LA CORTE DE KOH SAMUI

Día 1 del juicio en Tailandia: ¿Funcionará con Daniel Sancho el efecto halo?

Varios estudios de EEUU y Canadá apuntan que los criminales atractivos reciben condenas mucho más leves y pasan menos años en la cárcel que los delincuentes menos agraciados

Daniel Sancho, en una imagen de archivo.

Daniel Sancho, en una imagen de archivo. / CASO ABIERTO

El primero en ponerle nombre fue el psicólogo Edward L. Thorndike, en el siglo XX, cuando realizaba varios estudios sobre las evaluaciones psicológicas en militares. Llamó efecto halo a dejarse llevar por la primera impresión para juzgar a una persona. Casi siempre, según su teoría psicológica, son las personas atractivas las que se beneficiarían de ese efecto, dado que a la belleza le asociamos sin fundamento otros rasgos como inteligencia o bondad.

Más recientemente, el abogado australiano Rod Hollier recopiló 27 estudios realizados en Canadá y Estados Unidos en los que se demostraba que ese efecto halo funciona también con los acusados de los crímenes más horribles. Los criminales más desagradables a la vista, sostiene con datos estadísticos, reciben condenas entre un 119,25 por ciento y un 304,88 por ciento más severas que los acusados atractivos.

Estos últimos pasan una media de algo menos de dos años en prisión; los criminales poco agraciados cumplen algo más de cuatro años de cárcel, por término medio, más del doble que los guapos.

Esa misma tesis de fondo sobre los fallos del efecto halo en el sistema legal la ha expresado también Deborah L. Rhode, abogada y directora legal en la Universidad de Stanford, en su libro "The beauty bies" (El sesgo de la belleza. La injusticia de la apariencia en la vida y la ley).

El abogado Rod Hollier recopiló 27 estudios realizados en Canadá y Estados Unidos que muestran que el efecto halo funciona para los acusados de los crímenes más horribles. Los delincuentes más feos pasan, por término medio, el doble de años en la cárcel que los atractivos

Daniel Sancho, cuyo juicio por matar y descuartizar a su amante, Edwin Arrieta, acaba de empezar en Tailandia, pertenece claramente a la categoría de acusados atractivos. Si se cumplieran los resultados de los estudios recopilados por Hollier en su obra "Sesgo de atractivo físico en el sistema legal", el español tiene hasta tres veces más probabilidades de salir bien parado del juicio que si fuera feo.

Traducido a los crímenes cometidos por españoles, tiene menos probabilidades de ser condenado Daniel Sancho que un criminal bajito y rechoncho como César Román (alias El Rey del Cachopo, 15 años de cárcel por matar y descuartizar a su ex pareja, Heidi Paz, en Madrid).

Primera sesión

Ante el tribunal, Sancho, esposado de pies y manos y vestido con un mono naranja de presidiario, se mostró muy activo en la primera sesión del juicio contra él, según las fuentes consultadas por CASO ABIERTO, canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica. Su primera intervención consistió en proclamar su inocencia del delito de asesinato y aceptar el desmembramiento del cuerpo de Arrieta en el bungalow de la isla de Koh Phangan.

Luego, y dado que el sistema tailandés, imitando el modelo anglosajón de justicia, lo permite, Sancho dirigió preguntas a varios de los testigos propuestos por la fiscalía: una inmigrante birmana que encontró los primeros restos humanos en el vertedero de la isla y la mujer que le alquiló la motocicleta con la que fue a recoger a la víctima.

Sancho está representado por un abogado tailandés de oficio, aunque asesorado por un equipo legal desde España en el que figuran Marcos García Montes, Carmen Balfagón y Ramón Chippirrás. Se ha preparado el juicio a conciencia y, en la celda, se ha estudiado al detalle el sumario de su caso. En esta primera sesión casi ha ejercido de abogado de sí mismo, algo contra lo que advertía severamente una frase atribuida a Abraham Lincoln, abogado y presidente de Estados Unidos: "Quien se defiende a sí mismo tiene un tonto por cliente y un imbécil por abogado".