Leyendo la prensa diaria llama mi atención la siguiente noticia: 70 fallecidos desde el año 2000 corneados por los toros en encierros populares. Esta noticia lleva mi pensamiento a otros fallecimientos que siempre han llamado mi atención al verlos reflejados en los periódicos: los fallecidos al lanzarse en parapente, en vuelo libre con un traje parecido al de Superman, haciendo puenting o practicando los mal llamados deportes de riesgo (deberían llamarse de riesgo de muerte). Ante estas noticias, siempre me he preguntado: ¿cómo es posible que todas estas actividades (encierros populares, vuelo libre, parapente, deportes de riesgo de muerte) estén permitidas; cómo no están prohibidas por ley?

Vemos que para coger el coche se nos exige por ley cumplir cantidad de normas (cinturones de seguridad, sillas especiales para los niños, no hablar por el móvil, velocidad restringida, ITV, etcétera, etcétera) y más normativas aún a los fabricantes de los coches. Para andar en moto hay que llevar casco y no digamos para volar en avión, el reglamento de seguridad rígido y complejo que se les exige a las compañías aéreas.

Pues bien, a una persona que se le ocurre volar por libre enganchado a una especie de cometa o con un traje de Superman o tirarse de un puente amarrado a una cuerda no hay ninguna norma ni ley que se lo impida. Asimismo, nada ni nadie impiden que cualquier persona (bebida o sobria, gorda o delgada, coja o manca, joven o vieja) se lance por libre a un ruedo o que corra por las calles del pueblo delante de un morlaco como la copa de un pino. Eso sí, la fiesta nacional, debidamente reglada, debe eliminarse.

Todo esto es una muestra más del desconcierto en que se mueve esta sociedad sin límites tecnológicos, pero que no es capaz de gestionar con sentido común las situaciones más elementales.