Esto es debido a lo que a continuación os cuento. Nos pasó el día 26 de septiembre, exactamente a las 17.54, hora en que llamamos al Seprona.

Varias personas hacíamos esa ruta, incluidas un matrimonio con su bebé, pero los fuimos dejando a lo lejos, y hacia mitad de la ruta, a la altura del molín de Pronfundu, en un camino muy estrecho donde sólo podíamos pasar en fila, encontramos a un cazador con el rifle apuntando, ya que desde arriba estaban otros cazadores dirigiendo la batida con sus perros para que bajara el jabalí justo donde estábamos nosotros. Nos asustamos, no dijimos nada, sabíamos que no teníamos nada que hacer en ese momento, solos allí con un hombre con un rifle. Nos alejábamos poco a poco, pero seguíamos oyendo disparos cada vez más cerca, a sus perros y a los cazadores gritando para dirigir la batida hacia donde estaban otros cazadores apostados en el camino. Llamamos al Seprona, y nos dijeron que se acercarían.

No queríamos retroceder para no encontrarnos con un jabalí herido que nos pudiera embestir o con un disparo que nos alcanzara, y seguimos haciendo la ruta, pero yo ya estaba asustada, pues seguimos oyendo disparos y más disparos, parecía que estuvieran en todos los rincones de la ruta. Tuvimos miedo y decidimos volver.

Volviendo por el camino, allí donde nos los encontramos, y menos mal que no estuvimos mucho tiempo, vimos la sangre aún muy reciente en el camino y el río teñido de ella. Exactamente como habíamos pensado, el jabalí bajó por donde habíamos pasado minutos antes.

A la vuelta vimos en torno a diez cazadores con sus trofeos: cuatro jabalíes. No pude evitarlo, me acerque a ellos, pertenecían a una asociación de cazadores, con sus chalecos naranjas. No pude hacer fotos, me dio miedo, ni tampoco apuntar su asociación. Les dije que me parecía muy mal que cazaran tan cerca de la ruta y con gente caminando, por el peligro de los disparos y más aún a que bajara el jabalí asustado y que podíamos caer por el terraplén o ser embestidos.

Ellos empezaron a reírse, debía ser muy gracioso, y sólo uno de ellos parecía que me prestaba atención y me explicó que son dueños de toda esa parte de campo, que pagan por ello y que si querían podían cercar el paso con placas de caza y entonces sí que ya no podríamos pasear. Ademas, me puso un ejemplo que a día de hoy todavía estoy intentando descifrar. ¿Si paso con mi coche por una carretera y hay un paso te cebra y tú lo cruzas sin mirar? ¿Te mataría? No, pararía. Eso mismo pasa con el jabalí: estáis antes vosotros. Muy buen ejemplo pensé yo. Mejor respetáis las distancias antes que yo tenga que ser testigo o víctima de nada de eso. No me gusta la caza y menos sentir peligro por algo que no busco.

Así empezaron a alborotarse todos y a acalorarse. Decidimos irnos, sólo éramos dos ante diez hombres y armados. No antes sin decirles que los iba a denunciar ante las redes sociales y el Ayuntamiento de Villaviciosa. Las risas siguieron y los dejamos allí soltando perlas por sus bocas.