Fernando Delgado

De Morcín a la Pontificia

La niña "de matrícula" que se convirtió en mujer de hondo compromiso social

Aunque la nacieron en Gijón en 1958, como diría nuestro ilustre Clarín, la infancia de Carmen Delgado transcurre en los ambientes rurales y mineros de La Foz de Morcín. En 1960, cuando apenas contaba dos años de edad, nuestro padre, Dimas, sufre un grave accidente laboral como picador de carbón en mina La Camocha que le hace literalmente "perder un ojo" y la familia se traslada a vivir a La Foz de Morcín, localidad en la que había nacido. La pensión de invalidez de nuestro padre, que no llegaba entonces a las mil pesetas mensuales, obliga a la familia a buscar otras alternativas laborales y fuentes de ingresos, y es entonces cuando regresan al pueblo para que nuestra madre Esther se haga cargo de la cartería de correos.

Aunque realmente su nombre de pila es María Sofía, para los vecinos de La Foz siempre será "Esther la cartera". Mientras tanto, Dimas se dedica al transporte del carbón, primero con "Lucero", luego con una furgoneta DKW y finalmente con una camión Avia 3500 antes de que volviese a trabajar en la minas privadas de Quirós, a la edad en la que mayoría se prejubilan ahora, para poder obtener un digno retiro.

Carmen aprendió sus primeras letras en la escuela pública entonces denominada "unitaria de niñas" de La Foz de Morcín. A los once años ingresa en el internado del colegio de las Dominicas en Sama de Langreo para cursar el bachiller y luego finaliza el COU en el colegio de las Dominicas en Oviedo. Cursó estudios de Medicina en la Universidad de Oviedo antes de obtener la licenciatura en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca en junio de 1988 con un brillante expediente académico y con premio extraordinario de fin de carrera. En octubre de ese mismo año accede a la plaza de profesora ayudante de Estadística Aplicada a las Ciencias de la Conducta. Luego profesora titular, decana, catedrática y ahora secretaria general.

Un hermano nunca puede ser objetivo al hablar sobre otra hermana y prueba de ello es que siempre recuerdo cuando mi maestro en La Foz de Morcín, don Hilario, me puso el apodo de "matrículas" no porque las consiguiera yo sino porque siempre presumía entre mis amigos y compañeros de pupitre de las matrículas de honor que conseguía mi hermana Carmen.

La pasión, entusiasmo y compromiso que siempre ha puesto Carmen en su formación como estudiante también lo ha ejercido en su faceta profesional como docente y en su vida personal ayudando a los más débiles. Ha colaborado activamente con varias asociaciones de mujeres desaparecidas en Guatemala y El Salvador durante las represiones ejercidas por los regímenes militares que gobernaban ambos países centroamericanos en la década de los años noventa del siglo pasado.

Aún recuerdo como escuchaba desde la cama las largas conversaciones telefónicas de nuestra preocupada madre a altas horas de la madrugada por el cambio horario con Centroamérica, para saber cómo estaba la chiquilla en aquel infierno después de los viles asesinatos del filósofo y teólogo de la liberación, Ignacio Ellacuría, y de otros cinco profesores jesuitas en la Universidad Centroamericana a manos de los sangrientos militares salvadoreños.

Aquella chiquilla para mi madre ya era una mujer valiente que sabía defenderse sola por el mundo y que ahora colabora activamente con varias asociaciones de mujeres que prestan asistencia a las víctimas de la violencia de género. Esta dedicación altruista hacia los que sufren y hacia los más débiles es lo que permite a Carmen obtener el reconocimiento de todos aquellos con quienes colabora. Su humildad y sencillez cautiva a los que la rodean, y siempre se muestra muy orgullosa de su origen asturiano, de Gijón y de Morcín, como lo muestra la decoración de su despacho en la universidad salmantina donde no faltan unas reproducciones de las capillas medievales del Monsacro o del torreón de Peñerudes.

Dos citas que repite Carmen a menudo son una de Emily Dickinson que dice "para viajar lejos no hay mejor nave que un libro" y otra de la filósofa francesa Simone de Beauvoir que reza: "La Tierra no sería habitable si no tuviéramos a quien admirar".

Y Carmen no admira a los ídolos de barro que son referentes para la mayoría de nuestra sociedad y salen habitualmente en el papel couché sino a las mujeres anónimas que sufren y padecen violencia de género y son perseguidas por defender sus derechos en países no existe la libertad.

Su pasión por el conocimiento a través de los libros y su compromiso de ser útil a los que más lo necesitan y sufren definen claramente la personalidad de la nueva secretaria general de la Universidad Pontificia de Salamanca. Como he dicho anteriormente, uno no puede ser objetivo al hablar de una hermana.

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