Soy español, vaya de antemano. Quizás un poco más asturiano que español. Pero eso aquí. Dentro de España.

Lo que ocurre es que eso es un hecho. Nací en España y viví, vivo y viviré en éste nuestro país. Yo no elegí...

Pero claro que me siento español. También estoy orgulloso de serlo. Y mucho. Adoro la literatura española, aunque también la argentina, la peruana, la chilena, la mexicana, la boliviana..., la inglesa, la norteamericana, la francesa, la alemana, la checa, la japonesa, la árabe... Lloro en mi interior con los logros científicos de cualquiera que represente al género humano que suponen mejoras en nuestra existencia. Me indignan y parten el corazón las guerras con sus egoístas intereses que destrozan la vida de inocentes...

Me gusta la gente. De todos los sitios. Si son buenas personas me es indiferente de dónde provienen, y lo que sean o hacen. Sólo es cuestión de entenderse y sentirse a gusto.

Dicho esto. No me gusta alinearme con el sentido patriotero rancio que circula el día de la fiesta de, llámese la Hispanidad o el Pilar. Ni con los apóstatas de moda (véase el discurso de Pablo Iglesias, que no duda en sentirse "patriota" en contraposición a la corrupción, con un tonillo más falso que un billete de tres dólares). No lo siento como nada en especial.

Ya sé. Tampoco, me dirán, siento la Navidad como nada entrañable. Ni el Fin de Año. Ni los Reyes Magos, ni la Nochebuena...

Siento a la gente que tengo cerca.

...Y a los que se fueron.

Siento a los que sufren.

Y también a los que son felices.

A los que quiero.

Y a los que quise.

Y a los que me quieren o quisieron y que yo no veo o vi.

Pero no siento el día de la Patria como algo independiente. Sólo quiero a mi gente.

Todo el año.

Toda la vida.