Xuan Xosé Sánchez Vicente

Polvo, polvo y polvo

Martes, 10 de enero. Madrugada. Han caído las primeras gotas de agua después de un mes largo de sequía (por cierto, en 1805 estuvo sin llover desde el 16 de xunetu al 15 de ochobre: nihil novum? sub sole). Me acuerdo de que tengo una deuda con los vecinos de La Calzada, El Cerilleru y otros barrios del oeste de Xixón. Desde antes de Navidades.

Me habían avisado algunos amigos que trabajaban en la zona: "No solo son los tejados los que están completamente cubiertos de un polvo oscuro. Es todo, las calles, que riegan cada poco, los bancos y juegos de los parques, las hojas de los árboles, los cristales de las casas, las terrazas. Hasta los paneles solares están cubiertos por una capa negra: ¿funcionarán? Los vecinos están desesperados". Desde antes de Navidades, repito.

No es difícil imaginarse la preocupación y el enfado de los vecinos: la suciedad, las molestias diarias, las amenazas a la salud, especialmente en niños y gente delicada. Y la depreciación de sus bienes, de sus viviendas.

Existen, se sabe, tres candidatos a causantes: Arcelor, Aboño, los carbones de El Musel. Acaso lo son los tres en distintos momentos. Por cierto, cuando los "fenómenos" de la ampliación de El Musel la defendían basándose en su conversión en un depósito carbonero, ¿pensaban que existía el viento?, ¿consideraban que había vecinos?

Pues bien, todo ello exige solución.

Por cierto, ya sé que hay otras zonas de Asturies muy contaminadas. A propósito, me escribe Carlos Urdambidelus, un trubiecu en Sevilla, que para completar su especialización médica, hace 45 años, se le encargó un estudio sobre la contaminación en Trubia. Las fábricas no le proporcionaron datos, pero las hojas de los árboles se quemaban. ¡Qué les vamos a comentar a algunos asturianos sobre la contaminación!

Pero no es una condena del Cielo, si acaso, un infierno de los humanos.

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