Alberto Menéndez

Temor de candidato

Las dudas de los probables cabezas de lista ante las autonómicas de 2019

A mediados de los años noventa del pasado siglo el PP decidió cambiar de candidato a la Presidencia del Principado tras los repetidos fracasos electorales de Isidro Fernández Rozada como número uno de la lista autonómica de su partido. Los populares apostaron por Sergio Marqués, que ganó los comicios, aunque los líos internos en la formación conservadora (por cierto, promovidos, entre otros, por Fernández Rozada) dieron al traste con el proyecto regional de la derecha y facilitaron la vuelta al poder de los socialistas en 1999. Y con mayoría absoluta.

Por supuesto que la dirección del PP, en la que tenía mucho que decir Francisco Álvarez-Cascos, valoró entonces las reiteradas derrotas de Fernández Rozada, pero también es cierto que éste ayudó sobremanera a su sustitución no poniendo resistencia al cambio. Probablemente Rozada se sintió afectado por lo que en el fútbol se conoce como el miedo escénico, es decir, por el miedo a ganar, ya que la gran mayoría de las encuestas daban por triunfadores a los populares. Sí, jefe de la oposición, sí, pero presidente del Principado... Al final fue que no, que ni tan siquiera lo intentó.

No, no es fácil aceptar el reto de optar a la Presidencia del Principado cuando se tienen posibilidades reales de salir elegido. Las razones que llevan las dudas a los políticos inmersos en esta situación son muchas y de muy diversa índole, aunque por supuesto cada uno rema contra o a favor de la corriente como puede o como le dejan.

Seguro que los posibles candidatos (al menos los que más opciones tienen de serlo) de los dos partidos mayoritarios asturianos, el socialista Adrián Barbón y la popular Mercedes Fernández, albergan muchas dudas sobre su futuro. Quizá no las mismas que las de Rozada, pero dudas, desconfianza, a fin de cuentas. Sólo uno de ellos podrá ser presidente, si es que finalmente alguno lo llega a ser. A Barbón, un político desconocido para la inmensa mayoría de la población, le toca la difícil tarea de sustituir a uno de los socialistas más populares no sólo de Asturias, sino de toda España: el actual jefe del Ejecutivo autonómico, Javier Fernández. Y eso, digan lo que digan en la FSA, es un hándicap importante. Además, por si fuera poco, Barbón se había comprometido a no compatibilizar el cargo de secretario general de la FSA con el liderazgo electoral, al que llega exclusivamente empujado por Pedro Sánchez. Y por si faltaba algo, la crisis derivada de los últimos congresos federal y autonómico del partido ahí sigue.

Por su parte, Mercedes Fernández vuelve a concurrir a unas elecciones después de múltiples derrotas tanto en el Ayuntamiento de Gijón como en la Junta General del Principado. Y comparece en esta nueva cita ante las urnas (si es que acaba siendo la número uno, que en política nada está asegurado, y más a un año vista) en un momento en el que el PP no apunta precisamente al alza, según coinciden en señalar todos los estudios demoscópicos, que ven más como ganador a Ciudadanos que a la organización de Mariano Rajoy en unas hipotéticas elecciones generales (en Asturias faltan sondeos fiables). El voto dividido de la derecha entre populares y casquistas (si es que a última hora no hay acuerdo para candidaturas conjuntas) también va en su contra. Y de división interna también van sobrados en el PP asturiano.

Por supuesto que aún falta mucho tiempo para las elecciones autonómicas y municipales, pero lo que es evidente es que la política asturiana ha cambiado mucho en los últimos años y va a continuar cambiando. Esto los partidos mayoritarios tradicionales lo saben. Y desconfían. Sobre todo, porque en muchas ocasiones no saben cómo responder a los retos que se les plantean. Ejemplos paradigmáticos: el de Cristina Cifuentes y, ya en casa, en Asturias, el de la campaña de socialistas de Mieres contra Javier Fernández, ante el silencio de la FSA.

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