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Entre Maquiavelo y los nacionalismos

Un análisis de los diferentes modelos territoriales de Estado y el patriotismo

Hace cinco siglos, Maquiavelo escribía en su obra "El Príncipe" que la prioridad de la misión de todo príncipe debe ser la conservación del Estado. En esta defensa, el florentino incluía todos los medios que justificasen el fin, incluyendo la astucia, como procedimiento válido para mantener el poder por cualquier medio.

La ortodoxia política abunda en proponer formulas jurídicas que tengan respaldo de mayoría democrática, para evitar la descomposición del Estado, pero tal parece que frente al maquiavelismo de nuevo signo, destruir el Estado, no dan respuesta suficiente.

No hace falta entrar en mayores detalles para referir estas obvias reflexiones al momento actual de la política española. Nuestro Estado tiene en la constitución todo una amplia panoplia de armas jurídicas, pero aparenta estar ensimismado, sin pulso, ante el maquiavelismo de unos políticos catalanes, para mas agravio representantes del Estado, que están desarrollando toda su acción para, con fraude de ley y con astucia, socavar el Estado, convirtiendo una parte del mismo en la República de Cataluña.

El tiempo se está agotando y hay que pasar de las palabras a los hechos, para aplicar el peso de la legalidad y la legitimidad democrática, que conforma el Estado de derecho, frente a los que han optado por los maquiavelismos emocionales y el populismo victimista, para justificar la secesión.

Como remedio de última hora, desde diferentes tribunas políticas se ha lanzado la propuesta, para configurar la España constitucional de la transición y las autonomías, de un "Estado confederal de las repúblicas ibéricas", tal como defienden en las elecciones Unió, los continuadores de Duran y Lleida y los capitaneados por Luis Rabell, junto a Podemos y sus franquicias.

El mismo PSOE anda por esos escenarios con un "marketing político" lleno de ambigüedades, al servicio de la pretendida "reconstrucción nacional", que se asemeja demasiado a la tarea de desandar tantos años de convivencia democrática. Pero si hay que entrar en ese debate, habría que aclarar a qué federalismo se refieren. Un ejemplo a grandes trazos:

En la República Federal de Alemania, los "länder" gozan de la condición de Estado, pero en una sola nación, una única bandera e himno y el derecho federal prima sobre el derecho de los "länder".

Los suizos, en su Confederación Helvética tienen tres idiomas y acusadas diferencias entre sus cantones, pero todos proclaman a Suiza como su nación.

Los Estados Unidos tienen cincuenta Estados y sus gobernantes y parlamentos, pero una constitución en la que prevalece lo federal sobre la legalidad de los Estados. Además sus habitantes ejercen un ejemplar patriotismo nacional.

También son estados federales países como México, Brasil y Argentina, y en todos ellos, como en los ejemplos anteriores, ninguno admite en sus normas constituyentes la posibilidad de separación de alguno de sus estados federados.

En los Estados en los que se admite la concurrencia de varias naciones, la estructura federal no ha servido para resolver los problemas. Son los casos de Bélgica, con discordias frecuentes entre flamencos y balones y de Canadá con la endémica cuestión de Quebec.

Nosotros no escarmentamos a pesar de que ya tuvimos experiencias en el siglo XIX. Por ejemplo Cartagena declaró la guerra a Murcia. Los modelos territoriales son validos en la medida que garanticen la permanencia de España como nación, con igualdad de derechos para todos los españoles, independientemente del lugar de residencia y con derecho a expresarse en la lengua común en el territorio nacional. Porque los derechos de las personas están por encima de los territorios. Y la solidaridad, la justicia y la igualdad de oportunidades han de darse entre los ciudadanos y no entre los kilómetros cuadrados.

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