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Profesor

No quisiera tener que hacerme húngaro

La diferente vara con que Europa mide a los exiliados de Oriente Medio y a los parias del continente

La mujer se muestra amable ante el funcionario:

-¡Buenos días!

Ni caso, silencio y mirada en otra dirección.

-Venía por?

Suena el teléfono y el desganado funcionario atiende la llamada obviando a la mujer que apoyada en el mostrador intentaba comunicarse con él encabezando una considerable fila de espera. Acabado el diálogo telefónico por fin la señora pudo comunicar el motivo que la llevó allí: solicitar ayuda económica para afrontar el alquiler de su vivienda.

-¿Está correcta toda la documentación que presento? ¿Me falta algo?

-No sé, aquí solamente recogemos. Llame usted a este número. ¿Quién es el siguiente?

Atónita y angustiada salió a la calle, marcó y preguntó: "Mire, me mandaron llamar aquí, quisiera saber si están bien los papeles que presenté".

Y de nuevo a la solicitante le vino encima un jarro de agua fría en forma de apatía y oscurantismo: "No, aquí no podemos decirle nada, tenemos muchas solicitudes y nos es imposible mirarlas todas. En septiembre le comunicaran la resolución".

Septiembre ya no está en el futuro y la solución del caso real descrito se aleja rumbo al pasado. La señora sigue sin respuesta, sin trabajo y con la prestación del paro agotada. Como muchos otros en este país. Son nuestros refugiados que se van quedando en el olvido y la precariedad.

El volcán de Oriente Medio ha traído a Europa miles de víctimas inocentes, ojalá nada más, ante la pasividad de otros países como los estados árabes limítrofes o China, preocupada porque su economía verá mermado el crecimiento en los próximos años. La avalancha ha generado un extenso repertorio de iniciativas que no se suscitaron, por ejemplo, ante las enormes dificultades de nuestros parados -tres de cada diez superan los 45 años y más de mil agotan su prestación contributiva cada día-, los desahuciados de sus viviendas o los jóvenes con sólida formación abocados al exilio o a sobrevivir aquí con ridículos salarios.

Ahora aparecen entidades privadas que contratan al cabeza de familia y le buscan alojamiento con rapidez asombrosa, clubes de fútbol que donan la taquilla de un partido, ayuntamientos que aprueban con celeridad planes de acogida mientras que ante permisos de obra, solicitudes de apertura y otras peticiones o trámites burocráticos de los contribuyentes las facilidades no aparecen por ningún lado, así como parroquias con ánimo de acoger una familia cada una. Por cierto, del mas del millar de mezquitas que hay en España no oí nada.

Hace tiempo que mueren muchos Aylan Kurdi y son más que zancadilleados otros Osama Abdul Mohsen sin la presencia de las cámaras desde que se marcharon los norteamericanos cansados de poner siempre los muertos. Ellos pueden parar la locura yihadista y si se deciden a volver de pleno, lo adecuado será guardar las chapitas antibelicistas de hace una década y ponerse el lazo amarillo. Nos va el cuello en ello.

Con una Europa dividida entre el rechazo y la acogida, el Gobierno español estima que recibiremos en torno a 15.000 personas, cifra solo superada por Alemania y Francia. El argumento de nuestra triste película se basaba en la crisis económica, los ajustes, la amenaza de "crack" en el sistema de pensiones, los recortes de prestaciones sociales básicas, listas de espera, dificultades para desarrollar debidamente la Ley de Dependencia y otros nubarrones y penurias por el estilo. No había dinero, ahora sí. El Partido Popular y los grupos de oposición en el Congreso de Diputados han pactado una enmienda transaccional a los presupuestos generales del Estado de 2016 para aumentar en 200 millones de euros la dotación destinada al programa de reasentamiento y reubicación de refugiados que estaba fijada en 53.

Por humanidad y porque lo indica la Convención de Ginebra hay que acoger a la población siria con los brazos abiertos. Para recibir y acoger, primero tenemos que estar vivos.

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