Llevo años leyendo en estas páginas el descontento de quienes viven en Jardín de Cantos, La Maruca y El Reblinco con el trato que reciben del poder municipal -que es igual de malo que el que les brindan otras administraciones- y no puedo por menos que dar la razón al presidente vecinal Antonio Cabrera cuando, ayer mismo, echaba pestes por la boca dolido por el último agravio a esa zona de Avilés: su exclusión de un proyecto a caballo entre lo urbanístico y lo social que aspira a obtener financiación europea por valor de 15 millones para transformar áreas urbanas degradadas. Los barrios elegidos para beneficiarse de ese programa son Versalles y la Luz; suerte que tienen, pues no será la primera vez que el gobierno local los convierte en la niña de sus ojos. Y mientras unos acaparan, otros malviven en el "jardín de las desdichas" condenados al pataleo como único consuelo. Pocas veces el doble rasero de medir fue más evidente.
Cabos sueltos