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Adiós a la socialdemocracia

La actitud del PSOE en las negociaciones para la formación de un nuevo Gobierno

Es lamentable que en nuestro país la socialdemocracia haya dejado de ser relevante referencia política en el panorama social. La eclosión de Podemos y sus marcas blancas han relegado al PSOE al papel de séquito de las posiciones de la ultraizquierda. Nunca a lo largo de sus más de cien años de historia el Partido Socialista había llegado a tan bajos niveles de identidad y distanciado tanto de la vieja socialdemocracia europea.

Una muestra de ese abandono del izquierdismo responsable y respetuoso del orden democrático es su destacado protagonismo en la coalición anti PP, sumándose a radicales e independentistas y patrocinando posiciones frentistas que renuncian al espíritu de consenso que el propio PSOE tuvo durante la Transición. A Rodríguez Zapatero y a su continuador Pablo Sánchez -que lo está superando con creces en incompetencia y radicalidad- hay que imputarles el mantenimiento de los acuerdos del Tinell, los cordones de aislacionismo y la demagogia de las "dos Españas" con un funesto revisionismo histórico.

El PSOE de Pedro Sánchez ha abandonado la modernidad, la profundización ideológica que demandaba el socialismo para adaptarse a los nuevos tiempos de la globalización y crisis del Estado de Bienestar, para centrarse en un único objetivo: sacar del poder a la derecha, asfixiar al PP, al precio que sea, incluido acabar con el vínculo de haber creado juntos, el PSOE y el PP, el orden constitucional que todavía tenemos.

Pedro Sánchez ha optado por el frentismo y, para sus fines, le sirve todo; hasta la bandera, aliándose con los nostálgicos del leninismo y partidarios del populismo tercermundista residual, cuando hoy los empeños no deben dirigirse a la confrontación entre derecha e izquierda sino a combatir la desigualdad, el "precariado" como nueva clase social que obliga a revisar el sistema desde la raíz.

El aspirante a presidir el Gobierno con pactos y concesiones inaplicables puede llevar al PSOE fuera de los principios básicos de la socialdemocracia e, incluso, propicia el riesgo de que sea absorbido por los radicalismos emergentes. Ahora mismo, está en el limbo de las negociaciones y excluyendo al PP, mientras Pablo Iglesias reorienta sus prioridades y dirige el proceso sin ninguna inhibición para contar con ERC y Bildu si fuese preciso. Los propósitos de Pedro Sánchez no tienen marcha atrás, pero es necesario que Albert Rivera claudique ante Podemos, algo que al día de hoy no parece probable porque tendría un precio muy elevado con el riesgo de abandono por parte de su electorado más conservador.

Quedan pocos días para que acabe este negro capítulo del quehacer político. Puede pasar de todo, incluso que salga adelante un Gobierno minoritario, con un plazo de vigencia reducida y que serviría para que Pedro Sánchez salvase la cara en sus filas y Pablo Iglesias ganara tiempo para rearmar sus filas de cara al asalto al cielo, mientras Albert Rivera se autocomplacería con su limitado papel de bisagra permisiva.

El PP está fuera de la plaza, dependiendo de la peripecia de los demás. Con este escenario es muy difícil mantener un liderazgo esperanzador.

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