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Concejal de Cultura de Gozón

El Cabo Peñas, un paisaje fortificado

El histórico bastión ubicado en el entorno del punto más septentrional de Asturias

En el litoral del Cabo Peñas, sobre todo en su flanco occidental, se concentran una serie de emplazamientos fortificados que constituyen uno de los primeros vestigios de ese relieve artificial que las civilizaciones superponen al paisaje natural. Poblados fortificados o castros, torres, atalayas y otros elementos bélicos más recientes se alinean a lo largo de la franja costera correspondiéndose con la distribución del poblamiento actual aunque ligeramente desplazado hacia el interior a partir de los primitivos núcleos.

En Asturias, este poblamiento debió realizarse procedente del norte a través de la rasa, pasillo natural de comunicación y con un clima más benigno, ya desde tiempos prehistóricos como testimonia el abundante material lítico hallado tanto en las ensenadas como en la plataforma costera.

El complejo sistema defensivo del castro el Castiellu de Molín del Puerto, con su emplazamiento estratégico, fosos y murallas, no responde a un carácter ofensivo, de conquista, sino de defensa ante posibles ataques externos y de legitimación simbólica de ocupación del espacio. El desarrollo de los castros en la vertiente oeste del Cabo Peñas se explica por la proximidad de tierras fértiles y del pedrero, de donde se extraerán moluscos que originarán los concheros. Pero además de la recolección, también es probable que practicasen un intercambio comercial marítimo y terrestre. Una excavación arqueológica en este castro nos permitiría confirmar esta hipótesis y conocer mejor la cultura castreña del concejo.

Los castros de´l Cantu La Figal, El Castiellu y Los Garabetales estaban sin duda comunicados con el de La Campa de Torres por medio de una senda que seguía el pasillo natural de la rasa y a la que luego se adaptará una calzada construida. En efecto, la concentración y disposición de estos castros al trazado de la Karrale Antiqua, documentada en siglo XI, camino costero que a su vez servía de apoyo a la navegación de cabotaje, explica, por ejemplo, el hallazgo en la Campa de Torres de lingotes de hierro procedentes de la veta de Llumeres. De hecho, en el tramo de la senda costera comprendido entre Verdicio y El Ferrero se conserva el topónimo "La Carrera", lo que nos da una idea de la consolidación de dicho itinerario terrestre.

El topónimo es un vestigio de algo que ha existido hace siglos y que perdura más que la propia construcción. En el litoral gozoniego abundan los relacionados con los sistemas defensivos y explotaciones mineras. Topónimos como La Corona, en la parroquia de Laviana, El Otero, en la de San Martín de Podes, La Torre, en la de Ambiedes, y La Atalaya, en todas las parroquias costeras, así lo corrobnoran.

Las atalayas constituían una red para la vigilancia de la costa y el avistamiento de las ballenas, transmitiéndose las noticias mediante señales de fuego. Por razones estratégicas los puertos y pasos claves de los caminos eran emplazamiento habitual de torres y castillos. Además de la torre de San Juan de Nieva, se alzaba otra en el fértil valle de Manzaneda, en torno a la cual se construirá el palacio rural barroco. Según algunos autores, esta torre fue construida en tiempos de Ordoño I (821-866) para contener las incursiones de los normandos.

En el siglo XVIII se reforman las estructuras defensivas del municipio para proteger el acceso a la ría de Avilés, el puerto de Luanco y la ensenada de Llumeres. Un siglo más tarde, las fortalezas de estos tres enclaves se hallaban en ruinas.

Indudablemente, la construcción de todos elementos defensivos contribuyó a la ocupación, ordenación y consolidación del espacio no solo en el entorno del Cabo Peñas sino también en un ámbito geográfico más extenso al insertarse en el entramado viario regional. Con frecuencia, estos emplazamientos estratégicos han renovado su función en tiempos más recientes. Así, en la península de Nieva se conservan emplazamientos de artillería (una garita, dos barbetas, los cimientos de un puesto de observación y una cueva que servía de polvorín) de la guerra civil y los fosos del castro de Los Garabetales fueron reaprovechados como trincheras durante la contienda.

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