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De paraíso a país de gordos

Análisis del estudio que dice que los asturianos son los más obesos de España

Apuntan desde Madrid que los asturianos somos los más gordos de España. Lo dijeron en un telediario y ahí quedó el dato. No dieron explicaciones ni aclararon por qué. Así que puestos a imaginar, imagino que será por la gracia de Dios, la fabada, el cachopo y los bígaros al vapor.

Más que noticia parece difamación. Igual que cuando predicen lluvia y aquí hace sol. Apuesto a que si dijeran lo mismo de los catalanes ya lo habrían llevado al Constitucional y habrían puesto tres querellas por lo civil. Pero los asturianos solemos tomar a chufla lo que dicen allá por Madrid. Aquí, que se sepa, solo protestó Edelmiro, que es jefe del servicio de endocrinología del Hospital Central Universitario de Asturias. Edelmiro salió al paso diciendo que el estudio, elaborado por la Sociedad Española de Cardiología, se refiere, solo, a 3.801 personas y, por tanto, no es fiable ni representativo de la realidad autonómica.

No merecemos que nos traten así. Que nos llamen gordos y nos pongan entre los más gordos de España. Aunque bueno, también es verdad que no lo dicen a mala fe; lo dicen por nuestro bien. Hace poco la OMS publicó, alarmada, que el número de gordos es el doble que hace veinte años. Una catástrofe porque, según el citado organismo, la obesidad produce más muertes que el hambre o la delgadez. De modo que, ya lo ven, venga preocuparnos por las consecuencias del hambre y resulta que en esos países de África, donde solo está gordo el Presidente, su familia y los militares, a partir de Teniente Coronel, la población goza de mejor salud que los españoles en general y los asturianos en particular.

Es lo que tiene fiarnos de la demagogia populista y no hacer caso de los organismos internacionales. Nos alarmamos por la situación de quienes viven en esos países donde el hambre campa a sus anchas y descuidamos lo nuestro. No nos damos cuenta de que quienes, realmente, estamos en peligro somos los que vivimos donde se come cuatro o cinco veces al día.

Al final, queramos o no, habrá que abordar el problema. Los políticos tal vez no lo toquen, ahora, porque se han puesto de acuerdo para que esta campaña sea corta y muy específica pero en cuanto pasen las elecciones seguro que se ponen a ello. Seguro que someterán a debate el índice de gordos por autonomía y su influencia en la reducción del déficit. Pero no esperen novedades. Los de izquierdas se manifestarán partidarios de la delgadez pero comprensivos con la gordura y los de derechas dirán que los gordos, sean peces o personas, son la prueba de que la economía marcha según lo previsto y no será necesario ningún nuevo impuesto.

Yo, por si acaso, llevo una temporada que evito las cosas que engordan. Sobre todo, los espejos y las básculas de las farmacias. Tengan en cuenta que, con su cuerpo, casi nadie está de acuerdo. A unos les viene grande, a otros demasiado pequeño y quienes se aproximan al tamaño justo reniegan de que sean la barriga o el culo quienes rompan el equilibrio. Pero, habrá que llevarlo lo mejor que se pueda. No queda otra. El cuerpo va, siempre, a su bola y nosotros con él. No se conoce a nadie que sin cuerpo haya ido de compras o a tomarse unas cañas.

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