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Vita brevis

Depende

Las cábalas sobre lo que tiene previsto hacer el "gallego" Mariano Rajoy con respecto a la sesión de investidura

Tenemos a los periodistas, comentaristas y tertulianos varios al borde de la desesperación. Se comen las uñas que, de tanto roer, las tienen ya con encarnaduras y en sangre viva. Se tiran de los pelos que se arrancan mechones enteros hasta de los sobacos. Andan de estudio en plató y de plató en estudio en una angustiosa trashumancia permanente que ni las ovejas merinas del Honrado Concejo de la Mesta tanto transitaron por cañadas, veredas y cordeles. No pueden con ello y se van poniendo tan agresivos que cualquier día de estos acaban encerrándoles en una casa de templanza sujetos con camisas de fuerza. Llevamos más de medio año con un Gobierno en funciones y eso, según parece, es una cosa malísima. No se puede seguir así por más tiempo. Si no se pone remedio al asunto de inmediato nos esperan grandes catástrofes. Así nos lo auguran los opinantes, que tan amablemente nos informan de lo que sea, que de todo saben. Además y según dicen, el pueblo soberano no aguanta más con este desgobierno y es unánime el clamor ciudadano para que los políticos se arreglen.

No sé si usted lo hace, pero yo y todas las personas que conozco nos pasamos el día en la calle de manifestación en manifestación, todas ellas multitudinarias, con grandes pancartas y coreando consignas: "No aguantamos más, queremos un Gobierno ya". No dejamos de pensar en ello ni en los pocos momentos de desmovilización que nos cogemos para comprar, comer y hacer otras perentorias necesidades. Llega la obsesión hasta el punto que, según parece, el otro día una señora que tenía pensado guisar carne gobernada pidió en la carnicería cuarto y mitad de ministros. Así es como andamos; desamparados y huérfanos, sin padre, ni madre, ni perrito que nos ladre.

La excitación de nuestros entrañables y familiares comentaristas y tertulianos está llegando a cotas difícilmente soportables. Es natural porque, a la ansiedad por desconocer un futuro incierto, se añade la desorientación que producen los enigmas presidenciales. La perplejidad se ha adueñado también de la mayoría de nuestros políticos electos. Es que, por si fuera poco con un gallego al frente de la cosa, ahora también preside el Congreso de los Diputados una hija adoptiva de Breogán, a la que han elegido hasta con demasía, seguramente con los votos de unas meigas, porque todos los de carne y hueso han negado tres veces haberlo hecho antes de que cantara el gallo.

Hemos llegado a un interregno cercano a la perfección, porque don Mariano Rajoy Brey es gallego ejerciente, o no. Ya saben ese dicho que cuenta que, si uno se encuentra a un gallego en mitad de una escalera, nunca sabrá si sube o si baja. No es cierto ni justo ese estereotipo, pero preguntar, mejor que no se pregunte, que para contestar tienen una sabiduría innata. Soy testigo por juramento de decir verdad que la guía de un museo de Vigo preguntó a un anciano visitante: "¿Avó, e cantos anos ten?" La respuesta aclaró inapelablemente la cuestión: "¿E cantos cree que teño?" Pero, hombre, si hasta el himno de esa región, vecina y prima nuestra, comienza preguntando: "¿Qué din os rumorosos / na costa verdecente, / ao raio transparente / do prácido luar?"

¿Cómo pretenden saber si don Mariano se presentará a la investidura y, menos aún, cuándo? Pues, depende, hombre, depende. Unas veces hay Gobierno y "outras non", según. Mientras tanto que cada cual haga lo que tenga por necesario o conveniente, que ya lo dice el himno gallego, pero el final: "Os tempos son chegados / dos bardos das idades / que as vosas vaguedades / cumprido fin terán". Hasta entonces que se tomen un barreño de tila y que se apacigüen con aquella nana lucense: "Río Miño, pasa caladiño, / non me despertes o meu meniño".

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