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Saúl Fernández

Los álamos, el viento y la vida completa

Gérald Sibleyras es un escritor francés. Muy francés, de la cosecha de 1961. En 2003 presentó al público su comedia "Le vent des peupliers". La dirigió un señor que se llama Jean-Luc Tardieu, que en Francia es casi una institución cultural. "Le vent des peupliers" vertido a la lengua de Cervantes viene a ser como "El viento de los álamos". Y eso es importante: el viento y los álamos. Las dos cosas. Los protagonistas de la función contemplan las copas de los álamos dañadas por el viento y se les va la cabeza. Al fin del mundo y también al principio de todo. La vida es un círculo cerrado y, si es apasionante, ese círculo se transforma en una rueda. Y lo demás es cuento. Tom Stoppard -que es uno de los grandes de la escena británica- quedó prendado del texto de Sibleyras de tal modo que decidió llevarlo a escena un par de años después, pero en Londres. Lo llamó "Héroes", que es una constatación clara de la vida recluida de los tres protagonistas que miran los álamos y se sorprenden. Stoppard sabe también titular. Suyo es el clásico "Rosencratz y Guildenstern han muerto", por ejemplo. Y también sabe convencer. Se llevó al huerto a John Hurt, a Richard Griffiths y a Ken Stott y los tres fueron los que miraron el viento sobre las copas de los álamos. El espectáculo de Stoppard se llevó el premio "Laurence Olivier" aquel año 2006. Y ahí empezó todo. El teatro Palacio Valdés, de Avilés, acogió antes de anoche el estreno nacional de "Héroes", que es una función que queda a mitad de camino entre lo que dejó escrito Sibleyras y las intervenciones de Stoppard. Y así la comedia es muy francesa y, a la vez, muy inglesa. Y esto, en los tiempos del "brexit" no deja de ser paradigmático. O sea, que mola.

Tres tipos se dejan morir sentados en un banco del jardín de una residencia de veteranos. Es agosto de 1959 y debe de refrescar. Los tres héroes de la Primera Guerra Mundial se abrigan mucho: por el frío y por lo que vaya a venir. Y lo que tiene que venir es la muerte. El cartel anunciador del espectáculo es tremendamente elocuente: los tres héroes sonríen sentados en el banco de todos los días y, al fondo, las amapolas crecen como indiferentes. Las amapolas son flores y son también muertos. Cuando el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, el foso de la Torre de Londres se cubrió con más de un millón de amapolas de cerámica, tantas como soldados murieron en los campos franceses. O en Flandes. Este es el contexto de un espectáculo que hubiera podido ir por la tragedia de veteranos tipo "Johnny cogió su fusil" o "El cazador".

El autor de la función, sin embargo, opta por la comedia: Gustav (Juan Gea) es agorafóbico; Henri (Luis Varela), cojo, melancólico y enamoradizo y Philippe (Iñaki Miramón), herido por el rayo y en su mitad podrido, que diría Machado. Los tres juntos son como unos nuevos hermanos Marx. Los tres dejan pasar la vida con la consciencia clara de que en nada tendrán que pagar la moneda que les lleve al infierno a través de la laguna Estigia. Y sabiendo todo esto, sin embargo, deciden planear el futuro. La vejez es el momento en que ya no hay futuro.

La esperanza de no perder la esperanza hace que los tres alocados veteranos consigan encandilar a los espectadores. Son héroes de guerra, pero son héroes de vida y es que tal parece que la vida tiene fecha de caducidad, que la vida de los tres veteranos se debió terminar cuando el II Reich firmó el armisticio. Pero la vida llega más lejos, tanto como a las copas de los álamos mecidas por el viento.

Lo mejor del espectáculo son los tres actores protagonistas: los tres se han entregado a una comedia descorazonada gracias a la sabiduría de Tamzin Townsend. Parece que nacieron para ser veteranos en la sala de espera del infierno. Como en "A puerta cerrada", pero sin el pesar de la existencia reconstituida. Townsend fusiona la energía que expelen los tres y los tres sobresalen como una bomba de neutrones. Lo malo es que, hacia el final, el texto de Sibleyras no está a la altura de sus intérpretes. Pero son cosas del directo. Hubo aplausos y más aplausos. Townsend hace tiempo que sabe lo que es triunfar en el teatro Palacio Valdés.

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