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Vita brevis

Panegíricos, elegías, pésames y rebuznos

Las reacciones a la muerte de Gustavo Bueno

A lo largo de la semana se han vertido en los periódicos y demás medios diversas necrológicas y numerosos obituarios con ocasión de la muerte de un individuo que, según la clasificación de Lineo, pertenecía al orden de los primates y a la especie y subespecie del "homo sapiens sapiens". Naturalmente que no era esta la razón de todas esas manifestaciones luctuosas, sino porque con la desaparición de ese cuerpo físico humano había fallecido una persona que, por su condición doblemente sabia, los alemanes mencionarían como el profesor doctor don Gustavo Bueno Martínez. Es que las personas no mueren, sino que fallecen, porque su memoria y su legado permanecen, como en este caso acontece de forma ingente y descomunal.

Era lo esperado que los colaboradores, discípulos y seguidores del difunto escribieran artículos con discursos panegíricos de elogio contenido del que fuera su maestro exigente y generoso. Al profesor ido le deben el despertar de sus mentes a todo un sistema filosófico que destruye y tritura las ideas para estudiar sus despojos y, una vez investigados estos, los recompone para dar sentido y utilidad a esas ideas. Lógica su alabanza, porque gracias a él salieron de las ataduras de la caverna, en la que solo apreciaban las imágenes que se reflejaban del exterior, y así han conocido el mundo material y geométrico en el que viven.

No todos los que profirieron alabanzas al filósofo fallecido fueron de los que quisieron, supieron o pudieron pasar por el trance de darle la vuelta a su cerebro, como si fuera un calcetín o un pulpo. Pero los había que fueron testigos de sus conocimientos desmesurados e incontrovertibles, de su personalidad atractiva y sorprendente, y de su humor cáustico y pedagógico. Estos personajes elogiaron esas reconocidas virtudes en elegías, como la de Miguel Hernández a Ramón Sitgé: "No perdono a la muerte enamorada, / no perdono a la vida desatenta, / no perdono a la muerte ni a la nada".

Un sinfín de autoridades y cargos de todo tipo se sumaron a los lamentos mediante breves pésames con halagos obligados, no fuera a ser que, de no hacerlo, quedaran de poco leídos y escribidos. Además la ocasión la pintaban calva, que no se puede desdeñar la oportunidad de salir en los papeles, sobremanera si es con un retrato.

No hubo ningún exabrupto en los periódicos. Pero, desde la cobarde oscuridad de las redes sociales, también se vomitaron algunas diatribas contra el filósofo, mayormente tildándole de fascista, como otrora le insultaron llamándole rojo. Son estos calificativos muy socorridos por quienes ven el mundo en una sola dimensión y en blanco y negro. La verdad es que no merece la pena criticar los rebuznos. Es el ínfimo lenguaje de los burros.

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