El éxito del piragüismo español en los Juegos Olímpicos de Río ha sacado a flote la enorme y callada labor que entrenadores y deportistas realizan en el centro de tecnificación del pantano de Trasona, por donde han pasado en diferentes etapas los tres últimos medallistas de la especialidad y donde un puñado de chavales se deja a diario parte de su juventud en busca de la gloria. El complejo corverano, en el que conviven federados de varias disciplinas, fabrica triunfos al por mayor desde hace mucho tiempo, sin demasiado reconocimiento por parte de la sociedad asturiana. Sobre sus aguas y entre sus paredes no sólo se fortalecen brazos y mentes, también se enseñan principios como el esfuerzo, el compromiso y el compañerismo, a la baja en estos tiempos de individualismo desbocado. Es una auténtica escuela de vida. Ojalá no tengan que pasar otros cuatro años para que nos acordemos de este monumento al trabajo bien hecho.
