El secreto para perpetrar un atraco sin vulnerar la ley consiste en apropiarse de nuestro dinero sustituyendo la palabra atraco por la de impuesto. Acaban de hacerlo. El Gobierno, aumentó los impuestos al tabaco y las bebidas alcohólicas y creó un impuesto nuevo para las bebidas azucaradas. Algo que se veía venir porque De Guindos y Montoro hace tiempo que no saben qué hacer y a lo más que llegan es a romper la hucha del abuelo para coger unas pelas y tirar hasta fin de mes.

Nadie esperaba milagros. Todos sabíamos que mentían cuando decían que no subirían los impuestos. Pero una cosa es mentir y otra lo que hace Montoro, que nos toma por tontos y espera que le demos la razón. Ya ocurrió cuando la famosa Amnistía Fiscal, disfrazada de Regularización. Solo faltaba la "Fiscalidad saludable". Y aquí la tenemos. Nuevos impuestos que gravan el consumo de sustancias que se consideran nocivas para la salud. Lo tradicional era el alcohol y el tabaco, pero han añadido las bebidas azucaradas por aquello de que, al parecer, están relacionadas con el incremento de la obesidad. Ahí es nada, porque si de lo que se trata es de protegernos contra los azucares, anda que no tienen productos para ponerles impuestos y amargarnos la vida a base de bien. Cabe suponer que lo siguiente será un impuesto a los pasteles, las galletas y las rosquillas de anís.

Habría que preguntarle a Rajoy, a ver qué dice ahora de lo del IVA de las chuches. Menudo filón para proteger a los niños de los azucares.

Sobra decir que estamos obligados a contribuir y que los impuestos es el medio del que dispone el Estado para obtener los recursos que le permitan cumplir las obligaciones que tiene contraídas con la sociedad. Eso no se discute. Lo que se pone en cuestión es la búsqueda constante de nuevos impuestos que suelen ser regresivos y cuya justificación cae dentro de lo ridículo.

El consuelo, en esto, es que no somos los únicos. El pasado 18 de noviembre se estableció en Portugal el llamado "Impuesto al Sol". Una revisión catastral que supondrá una carga extra para la casa o el piso que sea muy luminoso y se beneficie del sol. Un impuesto para "los inmuebles donde la localización y operacionalidad relativas tengan un peso del 20% o más". Bajo ese eufemismo se cobija una revalorización del piso en función del sol que reciba y de su calidad ambiental.

Puede parecer increíble pero ese impuesto ya está en vigor. Lo cual nos acerca al vaticinio de que llegará el día, no muy lejano, en que paguemos por el aire que respiramos. Pagamos por tantas cosas... En Arkansas, las personas que decidan hacerse un tatuaje o un piercing están obligadas a pagar un 6%, de su costo, en impuestos. El Gobierno finlandés, hace poco, estuvo en un tris de aprobar una tasa específica para las personas obesas, al objeto de sufragar los gastos médicos ocasionados por las enfermedades relacionadas con el sobrepeso. A cambio, proponía reducir el IVA para los vendedores de bicicletas.

La injusticia, de que tengamos que pagar un impuesto por beber un refresco, es que solo beneficia a los pobres. Los ricos apenas lo notarán. Podrán seguir bebiendo los refrescos que quieran, sin darse cuenta de que serán los más perjudicados en cuanto al incremento de la obesidad.